El Papa Benedicto XVI tomó el toro por los cuernos. En su visita a Estados Unidos abordó en repetidas ocasiones el problema que ha representando para la Iglesia Católica el caso de los curas pederastas e hizo una invitación a sanar las heridas causadas por los sacerdotes que abusaron de menores y que constituyó uno de los grandes escándalos en la iglesia norteamericana.
El Santo Padre fue más allá de las homilías, se reunió con las víctimas de esos abusos que le han costado a las diócesis de Estados Unidos pago de indemnizaciones por el orden de 2, 000 millones de dólares.
Joseph Ratzinger también cuestionó la actitud de algunos Obispos de trasladar a esos sacerdotes en vez de expulsarlos y denunciarlos ante la Policía. Fue un mea culpa de la Iglesia.
El reconocimiento de esos errores pueden servir para recuperar el prestigio perdido por la iglesia en la mayor potencia del mundo. Este tipo de abuso se ha dado en otros países y muchas veces se intenta de mantener en reserva esa situación, que de una u otra forma afectan la credibilidad de unas de las instituciones de mayor influencia en el mundo.
Benedicto XVI cumplió ayer su tercer aniversario de pontificado que comenzó después de la muerte de Juan Pablo II. El 265 sucesor de Pedro ha realizado ocho viajes al extranjero, el segundo a América, luego de su visita de hace casi un año a Brasil.
La Iglesia Católica hace esfuerzo para que un mundo cada vez más liberal siga los preceptos cristianos y no se incurra tanto en los antivalores que hoy plagan a casi todos los países. Es una tarea dura, donde todos debemos colaborar. No sólo tenemos que recurrir a la fe cuando enfrentamos un momento de crisis. La comunión con Dios y su Iglesia debe ser un compromiso permanente.