El reducir el horario laboral en las oficinas públicas de 7:30 a.m. a 1:30 p.m. es la principal medida adoptada por el gobierno para minimizar el impacto de la crisis, en cuanto a la generación de electricidad.
Sin duda que se trata de un paliativo, pero la crisis persiste hasta tanto no se obtengan nuevas formas de generación hidroeléctrica u otras menos contaminantes y menos costosas que las plantas térmicas.
A falta de lluvias, la mayor parte de la electricidad es generada por plantas térmicas, muchas de ellas ineficientes. Con el alto costo del barril de petróleo, el precio de la electricidad se ha disparado y pronto lo veremos en los recibos mensuales que recibimos.
Esta fue una crisis que se advertía por años, pero los gobiernos no hicieron mayor cosa para fomentar la construcción de hidroeléctricas u otras formas de generación como las eólicas que aprovecha la fuerza del viento para obtener energía.
Hay quienes plantean una combinación de hidroeléctricas para dotar al país de electricidad durante la estación lluviosa y la eólica, para aprovechar los fuertes vientos durante la estación seca.
Existe una realidad, la infraestructura en Panamá no crece conforme al crecimiento. Lo vemos en materia de energía, de alcantarillados y carreteras. El tráfico es endemoniado a casi todas horas y en diversos sectores se desbordan las aguas negras. De que vale tanto crecimiento económico, si en materia de infraestructura seguimos siendo igual que el resto de las naciones del tercero mundo.
En esas cosas es que deben estar preocupados los que aspiran a dirigir el país, para que cuando tomen las riendas del poder, no lleguen a improvisar y la burocracia estatal les empantana las soluciones que reclama el país.