MENSAJE
"Por
la muerte hacia la libertad"
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
Un tirador,
acostado en el techo de un hotel de Nueva Orleans, Estados Unidos,
comenzó a disparar sobre los transeúntes. Durante
varias horas continuó la cacería hasta que seis
personas, entre ellas policías y civiles, yacían
muertas en charcos de sangre.
Finalmente la policía, desde un helicóptero,
le dio muerte al tirador. Resultó ser un joven de veintitrés
años, llamado Roberto Essex. Poco tiempo antes, por mala
conducta, le habían dado de baja de la Marina. Luego de
eso, con ánimo de venganza alquiló una habitación
en el hotel, subió al techo, y armado de su fusil, comenzó
al tiroteo.
En la puerta de su cuarto había escrito varias frases
en las que expresaba su concepto de la vida humana. Una de ellas
rezaba así: "El poder viene del tambor de un revólver".
Otra decía: "Mi destino descansa en la muerte sangrienta
de los racistas".
Otra frase, la más patética, expresaba: "La
búsqueda de la libertad termina en la muerte. Por lo tanto,
mediante la muerte escaparé y seré libre".
El joven cumplió una parte de sus propias palabras. Mató
a seis persona y finalmente halló su propia muerte.
Aquel asesino sólo cumplió una parte de lo que
se proponía porque no es la muerte física lo que
le trae la libertad al hombre. La muerte ciertamente acaba con
la vida física, pero le abre las puertas a la vida de
ultratumba sin fin. Y esa vida interminable, que comienza en
las puertas abiertas de la sepultura, puede ser de libertad espiritual
sin límites, o de esclavitud eterna en la condenación.
Es cierto que la muerte es la vía hacia la libertad,
pero no la muerte física sino la del yo humano, rendido
y entregado a Dios, para recibir de Cristo la libertad verdadera.
Esa libertad rompe todas las cadenas del odio, del miedo y del
pecado.
Es necesario que muramos espiritualmente con Cristo para poder
luego resucitar con El y así lograr una vida de perfecta
y eterna libertad espiritual.
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