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Milciades A. Ortiz Jr
Colaborador

Iban a inaugurar un pequeño acueducto rural (campo) en un pueblito alejado de Azuero. Esta obra, que buscaba acabar con diarreas y otras enfermedades que se transmiten por el agua sucia, fue financiada con dineros extranjeros. La hicieron técnicos del Ministerio de Salud y contó con el apoyo de la comunidad, que ofreció peones y comida. El ministro lleno de sonrisas abrió el grifo y el vital líquido chorreó por el suelo, provocando gritos de alegría en los presentes. De inmediato, siguiendo una tradición fiestera de Azuero, surcaron los aires ruidosos voladores que explotaron luego, con gran ruido y numerosas luces de colores.

De un rincón del poblado salió una "murga" con tambores, violines y acordeón, llenando el ambiente con la estridente música típica. Y aparecieron las costosas botellas de whisky inglés y el delicioso olor de un asado de vaca cubrió el lugar.

Me puse a pensar en el costo de la celebración. Tenían que haberse gastado algunos cientos de balboas, dinero que estoy seguro le hacía mucha falta a esa pobre comunidad. Cuando comenté esto me dijeron que no fuera "agua-fiesta"; que los herreranos eran así y celebraban por lo grande. Todavía sigo pensando (lo del acueducto ocurrió hace unos años), que con varias fiestas de ese tipo, la comunidad bien pudo hacer por su cuenta el acueducto y tener agua potable antes. No habría hecho falta un préstamo extranjero...

Algo parecido pienso todos los años, cuando me entero de la enorme cantidad de dinero que gastan en Las Tablas y alrededores durante el carnaval. Años atrás, mientras miles de balboas se quemaban en cohetes y voladores, varios poblados de Azuero no tenían alcantarillados ni agua potable.

Como periodista atrevido que soy, varias veces he dicho eso en mis escritos y a nadie le ha importado "un pepino", como dicen en las orillas del río Tabasará. Es más, recomendé que las calles arriba y abajo hicieron algunas obras para beneficio de la comunidad (escuelas, centros de salud, pozos de agua potable, etc.) y le pusieran una placa que dijera que era una donación de la calle tal, del año cual.

Hay que ayudarnos los unos a los otros para que el país se desarrolle. Esperar que todo le caiga del gobierno es alentar el llamado "paternalismo", que como vimos durante la dictadura militar no sirvió de mucho.

Ojalá las instituciones del gobierno que hacen obras para beneficio de los poblados pobres, consigan que la misma gente participe en ellas, porque así la apreciarán más. A veces "lo que no nos cuesta lo hacemos fiesta", tal como señala un refrán en Punta Fogón de Las Tablas. Sobre esto recuerdo una graciosa anécdota: hecho el acueducto en el lejano poblado, semanas después el ministro de Salud, quiso saber el impacto que había tenido el agua limpia en la comunidad.

Y varios moradores le dijeron que le agradecían mucho el acueducto, "porque ahora no tenemos que llevar el caballo al río para bañarlo". Tragó saliva el ministro, y buscó las mejores palabras para explicarles a los sencillos campesinos, que bañar el caballo en el grifo recién instalado, causaba contaminación del lugar y traería enfermedades (que era lo que querían evitar).

 

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