Jos� Antonio Rem�n Cantera: militarismo, oligarqu�a y Guerra Fr�a

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Dr. Celestino Andr�s Ara�z
Dra. Patricia Pizzurno

Desde los a�os 40, es indiscutible, que Rem�n era la figura m�s poderosa del pa�s. Instalaba y remov�a Presidentes seg�n su conveniencia y nada escapaba a su control. Hab�a asumido la Comandancia de la Polic�a Nacional despu�s de la salida de Rogelio F�brega y hab�a creado un cuerpo homog�neo, con una unidad monol�tica, cuyos efectivos hac�an gala de una lealtad absoluta hacia sus jefes. Se trataba tambi�n de un cuerpo todopoderoso, por encima del poder civil. Pero hab�a m�s a�n. Rem�n era el hombre que Washington necesitaba en Panama para llevar adelante, con mano firme, los lineamientos de la Doctrina Truman. Era el hombre ideal para gobernar en el contexto de la Guerra Fr�a en Am�rica Latina y los Estados Unidos no lo iba a desaprovechar.

El extraordinario poder cimentado por Rem�n le hab�a granjeado enemistades tambi�n poderosas a lo interno del territorio nacional.

Adem�s de ello, el pa�s, como ya se�alamos, transitaba penosamente por estos a�os de la posguerra. En el aspecto econ�mico-fiscal la situaci�n era de depresi�n y estancamiento, lo que naturalmente repercut�a en la sociedad. El desempleo provocaba insatisfacci�n y desmoralizaci�n. Las huelgas, manifestaciones, y concentraciones estaban a la orden del d�a, al tiempo que las tibias medidas econ�micas que se adoptaban no alcanzaban a solucionar los graves problemas. Entretanto, Washington que hab�a cancelado la ayuda econ�mica a Panam� despu�s del rechazo del Convenio Fil�s-Hines, observaba con atenci�n .

En esta coyuntura llegaron las elecciones presidenciales de 1952, en las que se presentaron como candidatos, por una parte Jos� Antonio Rem�n, y por la otra su primo Roberto Chiari. Arnulfo Arias proscrito pol�ticamente no pudo postularse, pero candidatiz� primero a Rodolfo Herbruger y despu�s a Carlos N. Brin, aunque finalmente dio la orden a sus copartidarios que no se presentaran a votar.

El 11 de mayo, se celebraron las elecciones en las que obtuvo una aplastante mayor�a el ex Comandante Rem�n. Sus vicepresidentes fueron Jos� Ram�n Guizado y Ricardo Arias Espinosa. Se institucionalizaba, de esta manera, el poder polic�aco, al tiempo que se iniciaba en Panam� la Guerra Fr�a.

Con mano f�rrea, amordazando la prensa sacrificando las libertades individuales, acallando a la oposici�n y subyugando a los Poderes del Estado Rem�n le imprimi� orden y estabilidad a la naci�n. R�pidamente, se percibieron los resultados, cuando la econom�a mostr� un comportamiento positivo despu�s de muchos a�os de estancamiento. Ello, claro est�, sin olvidar que los Estados Unidos le tendi� la mano. Mientras, en 1952, la deuda flotante se elevaba a once millones de d�lares, para junio del a�o siguiente se hab�a reducido a cinco. Se aumentaron los impuestos, principalmente el de la renta, se reform� el sistema tributario, se eliminaron los favoristimos y los sobornos y ,como es natural, la hacienda p�blica mostr� signos de mejor�a. Tambi�n se cre� el Paz y Salvo Nacional con el fin de detectar a los evasores fiscales.

Enemigo ac�rrimo de los comunistas, Rem�n logr� que la Asamblea aprobara

la ley de los 45.000 adherentes que establec�a que no se reconocer�a ning�n partido o grupo pol�tico que no hubiese tenido como m�nimo esa cantidad de votos en las pasadas elecciones. De esta manera, se aseguraba la unidad de la Coalici�n Patri�tica Nacional que lo hab�a llevado al poder y eliminaba otros partidos de tendencia izquierdista. Igualmente, se aprob� una ley antitotalitaria por la cual se proscrib�a al Partido del Pueblo. Ello le permiti� deshacerse de los empleados p�blicos que comulgaban con la izquierda.

Una ley de diciembre de 1953 transform�, seg�n los lineamientos impartidos por Washington, a la Polic�a en Guardia Nacional. Se increment� su n�mero, comenz� a ser entrenada y Estados Unidos le otorg� pr�stamos blandos para equiparla de armamento y pertrechos.

Ya en marzo de 1953, Rem�n le hab�a hecho saber al Presidente Eisenhower su inter�s por efectuar una nueva revisi�n del Tratado canalero. Al igual que las reformas anteriores se buscaban fundamentalmente reivindicaciones econ�mico-fiscales, aunque tambi�n se insist�a en las desventajosas condiciones que manten�an los trabajadores paname�os respecto a los norteamericanos en la Zona del Canal. El 25 de enero de 1955, poco m�s de veinte d�as despu�s del asesinato de Rem�n, ambas naciones firmaron el Tratado de Mutuo Entendimiento y Cooperaci�n con el documento adicional denominado Memor�ndum de Entendimientos Acordados, mejor conocido como Tratado Rem�n-Eisenhower.

Por el mismo se aument� la anualidad del Canal a 1.930.000 d�lares; se estableci� que los comisariatos ya no abastecer�an a las naves en tr�nsito; que s�lo los norteamericanos residentes en la Zona podr�an comprar en dichos establecimientos comerciales; los ciudadanos paname�os que residieran en la Zona deb�an pagar impuesto sobre la renta a la Rep�blica de Panam�; se le entregar�an terrenos y edificios a Panam�, as� como las tierras de Paitilla y la estaci�n del Ferrocarril. En el aspecto social se asum�a el compromiso de establecer condiciones laborales igualitarias en la Zona del Canal. A cambio, los Estados Unidos recibi� autorizaci�n para realizar maniobras militares en R�o Hato durante 15 a�os, lo que encajaba perfectamente con la pol�tica de la Guerra Fr�a, sin olvidar que el control de este sitio hab�a sido una vieja aspiraci�n de Washington. As�mismo es estipul� la reduci�n del 75 % del derecho de importaci�n de licores que se compraban en Panam� con destino a la Zona del Canal.

Pero Panam� tambi�n hab�a realizado otras solicitudes que Washington no acept�. Entre estas, cabe mencionar: que la bandera paname�a ondeara junto a la norteamericana en la Zona del Canal; que se establecieran tribunales de justicia mixtos; la utilizaci�n de sellos postales paname�os; el reconocimiento de los exequ�turs otorgados por Panam� a los c�nsules extranjeros; el cese de la concesi�n a perpetuidad de la Zona del Canal; el fin de una anualidad fija. Algunas de estas demandas adquirieron fuerza en los a�os subsiguientes y dieron origen a movimientos nacionalistas y estudiantiles que desembocar�an en el 9 de enero de 1964.

Entretanto, como ya dijimos, Rem�n fue asesinado el 2 de enero a las 7 de la tarde en el Hip�dromo Juan Franco. De inmediato, se orden� la detenci�n de sus enemigos pol�ticos y se trat� de incriminar a Arnulfo Arias. Igualmente, se detuvo al ciudadano norteamericano Irving Lipstein a quien se le realiz� la prueba de la parafina con resultados positivos. Aunque en apariencia varias pruebas lo sindicaban como el autor material del hecho, diez d�as despu�s qued� en libertad y abandon� Panam�. Despu�s se comprob� que Lipstein hab�a asesinado al gangster Bugsy Siegel.

La muerte de Rem�n llev� a la Presidencia al ingeniero Jos� Ram�n Guizado, quien a poco de asumir solicit� la colaboraci�n de expertos extranjeros para resolver el magnicidio. A tal efecto, llegaron investigadores de Cuba, Venezuela y los Estados Unidos.

El 12, el abogado Rub�n Mir� Guardia confes� ser el asesino de Rem�n y dos d�as despu�s, sindic� al Presidente Guizado como su c�mplice y autor intelectual del crimen. Sin mayores pruebas en su poder, el gabinete en pleno le solicit� la renuncia al Presidente, pero Guizado no accedi�. En su lugar solicit� una licencia para responder a las acusaciones. La Asamblea Nacional se opuso, asumi� el control del caso y nombr� una Comisi�n Investigadora. El Legislativo transformado, una vez m�s, en tribunal judicial hall� culpable al Presidente Guizado y el 29 de marzo lo conden� a 6 a�os y 8 meses de c�rcel. S�lo 8 de los 53 diputados encontraron que el Presidente era inocente. El tiempo demostr� que Guizado no era culpable. Peor a�n, nunca se encontr� el arma asesina que era la clave para resolver el caso.

Sea como fuere, lo cierto es que desde varios meses antes del magnicidio corr�an rumores por la capital que afirmaban que se estaba organizando un complot no s�lo contra Rem�n, sino tambi�n contra Vallarino. Pero ninguno de los dos le dio mayor cr�dito. Despu�s del asesinato se barajaron un sinn�mero de causas y posibles nombres de culpables, sin que nunca se llegara a demostrar nada en concreto. Se dec�a, por una parte, que el narcotr�fico internacional estaba detr�s de la muerte; tambi�n que la Guardia Nacional en combinaci�n con un sector de la oligarqu�a hab�a ordenado el asesinato, para impedir que Rem�n se reeligiera. Pero nunca dejaron de ser especulaciones. Entretanto, Mir� quien, de alguna manera, estuvo mezclado en el magnicidio y, posiblemente, conoc�a a los culpables, se retract� durante el juicio de las acusaciones vertidas contra Guizado y denunci� que hab�a actuado bajo amenazas, pero la Asamblea se mostr� reacia a investigar y por el contrario s� muy decidida a incriminar a Guizado.

Seg�n el propio Guizado y sus abogados defensores Felipe Juan Escobar y Guillermo M�rquez Brice�o, se trat� de un golpe de Estado a la paname�a y revel� la profunda crisis de la oligarqu�a nacional.

 

 


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