Las holandesas y el mito de los indios conejo

De baja estatura, cabello lacio hasta la cintura, piel cobriza intensa pintada con rayas verticales y amenazantes dientes afilados con piedras, que usan para comer carne humana.

Eliécer Navarro/Crítica

De baja estatura, cabello lacio hasta la cintura, piel cobriza intensa pintada con rayas verticales y amenazantes dientes afilados con piedras, que usan para comer carne humana.

Esta es la descripción de los llamados indios conejo, una supuesta tribu indígena rodeada de misterio y superstición, cuyos integrantes “viven” en cuevas en las selvas montañosas de Chiriquí y Bocas del Toro, totalmente aislados de la civilización.

La semana pasada, rumores por redes sociales y sitios de internet daban como posibilidad que Lisanne Froon y Kris Kremers, dos jóvenes holandesas que se perdieron misteriosamente en el sendero El Pianista de Boquete, y luego aparecieron muertas y desmembradas, hayan sido sus víctimas.

Leyenda

Para conocer sobre esta teoría, Crítica consultó al hombre que hace 29 años lideró la primera expedición científica para verificar la existencia de una tribu que los antiguos Guaymíes (hoy Ngäbe Buglé) y Teribes (Naso) identificaban como los 'Ña' (conejos).

En noviembre de 1984, al capitán de la oficina indigenista de las Fuerzas de Defensa de Panamá, Luis Puleio, le fue encomendado dirigir una expedición al territorio que entonces se conocía como Teribe para localizarlos y estudiarlos.

"Durante mis correrías por el área, los diferentes grupos indígenas me contaron sobre la existencia de esta tribu", cuenta Puleio. "En base a esta información, nos organizamos con la Universidad de Panamá para realizar una expedición".

Los resultados obtenidos fueron publicados en su momento en el extinto diario “La República”.

"Encontramos dos cuevas. Dentro de ellas hallamos fragmentos de vasijas y osamentas de animales que habían sido devorados", recuerda el ahora mayor retirado.

¿Existen?

En su ensayo, “La leyenda de los Indios Conejo”, publicada en Crítica, César Samudio señala:

“Se sabe que su nombre se debe a que sobre sus cuerpos llevan rayas verticales (como los conejos pintados), que sus faenas (bailes, caza, pesca, guerras, etc.) son nocturnas porque de día duermen metidos en cuevas oscuras (porque la luz del sol los deja cegatos). En compensación, tienen tan desarrollado el sentido del olfato al extremo de que a grandes distancias pueden descubrir la presencia de personas extrañas a su grupo.

En la actualidad, la gente los ubica en la cordillera de Chiriquí-Bocas del Toro, específicamente en Boquete, Cerro Punta, Santa Clara y áreas limítrofes con Costa Rica. Mi hermano Julio César, por ejemplo, dice haberlos escuchado desde su casa, en la bifurcación de los ríos Holkone y Playita, corregimiento de Culebra, en Bocas del Toro.

Pese a que su existencia se pone en entredicho por muchas personas, son abundantes los testimonios, viejos y nuevos, que aseguran que este grupo indómito aunque reducido, existe. Hace no mucho tiempo, en Sitio Prado, Tolé, específicamente en un lugar elevado y montañoso que se conoce como Cerro Banco, unos trabajadores los avistaron”.

Mito

Sin embargo, Luis Puleio es de otra opinión.

"Los indios conejo son una leyenda indígena", explica. "Antes de la conquista, había constantes guerras entre teribes, guaymíes y otros grupos. Peleaban por territorio, por comida, por mujeres y por esclavos".

Una de las herramientas de guerra psicológica que se usaban para atemorizar a los rivales era que estaban apoyados por una misteriosa tribu que se comían a sus enemigos. Así, la leyenda de los indios antropófagos se fue difundiendo.

“Cuando decían ‘vienen los Conejo’, lo hacían para infundir temor en los rivales”, comenta.

A fin de cuentas, la realidad es que -en tiempos de guerra- casi todas las tribus antiguas incurrieron en las prácticas que se le atribuyen a los míticos Conejo.

“Cuando había guerra, se comían entre ellos”, cuenta. “Comerse al jefe de una tribu rival significaba obtener su fuerza”.

Tras la masacre de los españoles durante la conquista, muchos grupos indígenas huyeron hacia las montañas y se escondieron y aislaron en cuevas, lo que pudo haber contribuido a la leyenda.

Holandesas

Entonces, ¿qué pudo haber sucedido con Kris y Lisanne?

Para Puleio, hoy explorador y conservacionista, no hay posibilidad alguna de que las holandesas hubiesen sido atacadas por los Conejo, ya que son solo un mito creado por los ancestros de los grupos autóctonos de la región.

“De hecho, tampoco pienso que hayan muerto por un jaguar”, comenta, argumentando que no hay antecedentes de ataques de estos felinos a humanos. “Debemos esperar los resultados de los exámenes forenses para conocer la verdad”.

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