¡No es llanto de cocodrilo!

¡No es llanto de cocodrilo!

¡No es llanto de cocodrilo!

Por: Juan Pritsiolas / Crítica -

¡Buena entrevista Juan, no es fácil poner a llorar a un cocodrilo!, exclamó mi vecino director del Panamá América, Dustin Guerra, luego de observar vía Facebook, una serie de preguntas -de índole personal- que le formulé a José Raúl Mulino, pocas horas después de abandonar sus seis meses de arresto en la Policía de Ancón.
Mi primera reacción fue sonreír; luego la risita se me transformó mentalmente en mueca. ¡Qué te burlas, si tú también has llorado!, me dije para mis adentros.
Mulino soltó lágrimas cuando sus dos hijos que se inician en la abogacía debieron renunciar al bufete que su padre fundó 30 años antes. De seguro que la situación jurídica del "Stalin" panameño era incómoda para sus vástagos y para la firma.


¿Y por qué la gente llora?
Para los acostumbrados a temas políticos, leer sobre el maleante que mataron o enterarse de la última deportiva, quizás la pregunta le resulte una gran ahuevazón. Pero las lágrimas se producen por una experiencia particular; por heridas de la vida; por amor, soledad, dolor, rabia, impotencia –pero no la sexual o quizás sí-; por la familia, por las enfermedades propias o de alguien muy querido.

Pocas veces es por dinero. Los hombres lloramos casi siempre en soledad; es cuestión de machismo, se nos crio que el llanto es para las niñas; o tal vez los hombres lloran muy feo. Las mujeres lo hacen solas o en compañía y las causas varían según las edades, pero casi siempre es buscando su “otra parte”; algo de magia que le dispense momentos de alegría en una vida donde la felicidad nunca es completa ni permanente o donde la alegría a veces termina en agonía.

El profesor y comentarista Carlos Zavala forma parte de un grupo de comunicadores que los une la amistad del Whatsapp. Es un disparatado y variado equipo de personas, que más que intercambiar información, facilita una terapia mental gratuita que te ahorra los $75 que vale la consulta en el sillón del siquiatra.

Llanto por los huevos
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Zavala tiene unas salidas que matan de risa. ¿Ey profesor, qué es peor perder, el alma o la vida? Para mí lo peor es perder en la lotería, ¿eso responde tu inquietud “Griego”?, exclama Carlos, al tiempo que me manda una foto de una despampanante modelo en bikini.

En el foro se le cuestiona la falta de creencia religiosa de Zavala. Hay un pastor Álvarez que a cada momento le advierte que se arrepienta, porque si no, va derechito al infierno.
En ese afán de conocer la opinión de un hombre recorrido que hasta al mismo Diablo le da pavor, le pregunto ¿Zavala, usted ha llorado? ¡Claro, una vez me pegué en los huevos y hasta chillaba!, fue su jocosa respuesta. Luego se transforma en poeta y escribe: “Dicen que las lágrimas ablandan el duro camino de la vida. Pero hay caminos tan duros y cielos tan sordos que las salubres y dulces lágrimas de una mujer no ablandan”.

Carmen Boyd, la administradora de la sala de chat, mete su cuchara en la discusión y comenta: ¡Zavala, también llora cuando Prieto no le paga! ¡Eso es pisar arena movediza!

Mujeres sufridas

En una serie de entrevistas que hice para escribir hoy, me sorprende que mujeres profesionales, con buen salario, sufren en silencio.

Los nombres los cambio, porque ese fue el compromiso. Ivette ya se acerca a los 40 y me confiesa que ha llorado por penas del corazón; tristeza del alma que tienen que ver con el amor.

El desamor la ha madurado. Con el tiempo hoy día esos llantos no la absorben…se le pasan rápido…ve la vida diferente. Pero no solo por una ruptura han rodado lágrimas por sus grandes ojos, rostro blanco y pecoso. Ella ha llorado y llora por los sueños no alcanzados todavía.

Una mujer así es especial…no es fácil complacer ni entender. ¿Qué cosas te llenan?, le pregunté. La sencillez de su respuesta me sorprendió y me hizo recordar a mi padre ya fallecido.

-Me llenan las cosas que requieren más ingenio y creatividad que dinero. Para mi reciente cumpleaños mi papá me dio una tarjeta con una dedicatoria escrita con su puño y letra. Él ya no escribe por el párkinson…practicó y practicó hasta que lo escribió. Eso fue hermoso para mí, expresó Ivette.

Decía que las expresiones de Ivette me hicieron recordar a mi padre. Él estaba en Grecia cuando partió al más allá, en una fecha cercana a mi cumpleaños 18. Ya viejo y cansado se fue a Atenas, donde tenía hijos mayores quizás para no ponernos en aprietos a los más chicos en Panamá. Llamaba todos los 11 de octubre para felicitarme, ese día la comunicación internacional no llegó. Pasaban los días y mi hermana llamó y con las dificultades propias del idioma y la ayuda de una operadora, logró entender desde el Viejo Continente: ¡papá murió!

Mi hermana y madre rompieron a llorar; yo quedé congelado, en ese momento no tuve lágrimas. A los días hicimos unas misas acá en Panamá y unos recordatorios. Cada día que leía el mensaje en la soledad de mi cuarto soltaba en llanto.

Vacío existencial

Pero el tema era el llanto de las mujeres. Abordé a una profesional de la comunicación. Amiga de toda la vida. La llamo tarde, cuando tengo tiempo para charlar. ¿Qué haces? ¡Meditando! ¿Y esa vaina? ¿Sobre qué meditas? Las cosas que he hecho, las que no he hecho…cosas que arrastro.

Para mis adentros pienso: ¡esta está más ñame que yo! La jodo y le digo: tengo ganas de verte para darte un beso y verte meditar. Luego recuerdo mi tema del llanto de cocodrilo y le pregunto ¿ey, tú lloras? -¡Sip. Aunque no lo parezca. ¿Por qué cosas? -Tengo mi procesión por dentro. ¿Por amor? -Por vacíos existenciales. No por amor. Todo empieza en mí. No es culpa de los demás. ¿Lloras en solitario o en compañía? -En solitario. Para poder ser yo. ¿Y cuál es ese vacío existencial? -Ese es el punto, aún no lo sé. ¿Te sientes sola. Una carga pesada. Quieres tener a alguien que despierte contigo? -Es más allá que eso. Si fuera así lo tuviera…aquí estuviera el padre de mis hijos. Soy yo. Sabes, yo nunca me he enamorado. Tal vez necesito reencontrarme.

¿Y cómo harás para reencontrarte?

-Eso es lo que no sé. Si me perdí o nunca estuve. Es buscar quién soy, qué quiero. Ser yo. No sé Juan. Me siento vacía. ¿No estarás deprimida? -¡No! Ya eso viene de arrastre, solo que no lo hablo con nadie. Difícilmente hablo de mí, escucho a todos, pero no hablo de mí.

Anne Lorain, la llorona por amor
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Una de las pocas que se atrevió a que se publicara su nombre es Anne Lorain, periodista y actriz. Tiene cara de traviesa, de quien aparenta que se puede comer el mundo, pero desconoce que ya el mundo se comió antes a otros que fueron primero que ella. Ella dice que llora por amor. Es una mujer que se ilusiona fácilmente, pero afirma que solo se ha enamorado una vez.

Mujer guapa, de 25 años y un bebé de 9 meses. Se independizó de sus padres a los 20 años. Es probable que la vida del ambiente musical la forzó a eso. Reconoce que en cierta forma estar alejada de la familia le crea un vacío, pero la hace más fuerte. Anne Lorain se proyecta descomplicada y confiesa que no tiene problemas en soltar lágrimas delante de otras personas.

Dayra, de 27 años, una chica linda y dulce que vive en un barrio caliente, donde el traqueteo de las balas se confunde con los fuegos artificiales, me relata que ha llorado por soledad…cuando las cosas no le salen bien o cuando algo le molesta. ¡Yo no lloro por dinero!, me deja bien claro. Los hombres valen ver…

Albertito es un amigo gay. El llanto de los “hombres nuevos” es diferente. Te hablo, pero en tu oficina, y no puedes poner mi nombre, es el compromiso. Yo no lloro por mamá ni papá. Lloro borracho por los novios. Los homosexuales lloramos mucho recordando pendejadas y más si no te quieren, me confiesa.

Con una sonrisa como del que quiere y no quiere con ojos fulgurantes me mira y remata: ¡agarro el celular, lo llamo llorando, lo insulto, le reclamo de todo, ¿por qué no me chateaste. Cuándo vamos a tener sexo? ¡Lloro por cualquiera ahuevazón…por tipos que valen verg* …sobre todo los jóvenes que te queman en la cara y esa vaina vale sebo!

Si me ponen cuernos, yo también los pongo

El extranjero que vive en Panamá también sufre y llora. Felipe relata que ha soltado lágrimas cuando se separó de su pequeña hija. Por mujeres, solo cuando se fue para EE.UU. una novia gringa cuando tenía 15 años. Ahora por “vieja” no suelto llanto. Mi exmujer cuando se siente triste mira una foto mía y exclama: ¡yo quisiera ser como ese tinieblo, que es más helado que una cerveza Águila bien fría!

Felipe recuerda que su mamá le decía: ¡Chino no le ponga cachos a las mujeres, que luego se los ponen a usted! ¡Qué va mamá. Si ella me pone uno, yo le pongo tres. Si me pone 9, yo le pongo 18!, dice este paisa con ya casi 5 años en Panamá.

Las lágrimas de Martinelli

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Pero había alguien que no podía faltar. El hombre que por años ha estado en boca de todo el mundo. El exmandatario Ricardo Martinelli me acepta que le resulta “facilito llorar”. “He llorado muchas veces de emoción, impotencia, alegría, rabia, dolor, por injusticias que cometen, por enfermos. Lo hago solo y enfrente de todo el mundo”.

“El Loco” dice que desde que salió de Panamá ha “tratado de ser fuerte, pero he llorado cuando se va un ser querido que viene a visitarme y cuando veo el odio y rabia que me tienen, en especial un medio de comunicación controlado por quienes no pagan impuestos y de gente descarada, servil, deshonesta, que sin razón me han denigrado, inventando y fabricado mentiras”. 

Martinelli expresa que ha llorado por las oportunidades que ha perdido el país por los farsantes que nos gobiernan.

Con el paso del tiempo he descubierto también que los más viejos lloran por la soledad. La abuela materna de mis hijos se inquietaba cuando quedaba sola en casa; para entonces no la comprendía. Nadie quería estar en compañía de la soledad…la soledad mata.

Conocí también por referencia el caso de un hombre relativamente joven que lo consumió el cáncer. El tipo no se quejó. Cuando le diagnosticaron la enfermedad, le dijo a su sobrina periodista: si me quedan dos meses, sería bueno para terminar algunas cosas pendientes. En septiembre cumplirá un año de muerto…sus hermanas lo lloran todavía y en su perfil telefónico escriben su nombre y cuentan los meses desde que se fue.

El llanto casi siempre nos llega con la tristeza, con los fracasos y el vacío de algunos días, pero no se cansen ni se rindan. Disfruten de las cosas pequeñas y no se apeguen al egoísmo o al materialismo. Brinda tu mejor sonrisa, un gesto amable o dale algo de compañía al solitario.

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