¡Panamá sin rumbo!

¡Panamá sin rumbo!

¡Panamá sin rumbo!

Por: Juan Pritsiolas Crítica -

“¡Es la economía, estúpido!”, fue la frase utilizó el gurú de campaña James Carville para que en 1992 el gobernador de Arkansas, Bill Clinton, llegara a la oficina oval de la Casa Blanca.

Ya el tema de la economía influenciada por la crispación política, la falta de credibilidad, la justicia selectiva, el ingreso descontrolado de extranjeros y la inseguridad comienza a preocupar desde altos ejecutivos de empresa hasta el panameño común.

Panamá no es EE.UU. ni Juan Carlos Varela toca el saxofón, pero negar lo evidente es como meter los problemas bajo la alfombra; ya son tantos los elementos de alerta que el montículo de dificultades no se puede ocultar.

La cosa está tan dura que en un país donde el pueblo es chinguero y le encanta adorar al dios Baco, ambos indicadores arrojaron saldos negativos en el 2016 en comparación con el 2015.

Varela dijo esta semana que su negocio es la venta de seco y ron. Bueno, o mejor dicho, eso es malo para él porque la producción de seco se redujo en -13.1% y la de ron cayó en -18.8%. La de gaseosas disminuyó -6.2%.

En cuanto a las apuestas, descendieron 8.3%. El movimiento comercial de la Zona Libre se fue al fondo con -9.6%. El Canal de Panamá que se nos vendía como la salvación del país registró un saldo negativo de -1% en cuanto a peajes, de -3.3% en carga y -5.7% en tránsito de naves.

Los puertos también registraron cifras rojas en comparación con el 2015: el movimiento de carga tuvo variación negativa de -12.8%, la carga a granel y la contenerizada se redujeron en -17.7 y -8.4%. El movimiento de contenedores descendió en -9.1%.

Otro sector que hace mover el motor de la economía, la construcción, reflejó una merma del 3.2%.

El lamentable espectáculo de gente humilde corriendo a la largo de la Cinta Costera cuando se anunció el lugar donde serían distribuidos los 60 cupos para venta ambulante en los Carnavales es el reflejo de que la crisis económica está impactando.

Aparte de eso, el modelo de economía de servicios que hizo prosperar a Panamá ya se agotó. Las potencias presionan y no tenemos muchas opciones que acceder a las exigencias. Hay temor de reducciones de personal en el sector bancario y en las grandes firmas de abogados.

Las cifras, el PIB, los márgenes de ganancias son los puntos que les interesan a los poderosos, pero al resto le importa la economía de su bolsillo, vivir sin recesión y consumir como lo hacía antes.

El viernes iba en un taxi para una reunión con un estrecho colaborador de uno de los hombres más poderosos de Panamá. El chofer era un joven de 23 años. "¿Listo para los Carnavales?", le pregunté. "No, qué va. La cosa está muy dura y tengo que recoger lo que salga en esos días". Relató que en los tiempos de Martinelli se dedicaba a confección de letreros y estaba "hecho". "¡Cómo extraño a ese viejo!", fue la expresión nostálgica que lanzó.

Y es que la economía va casada con la política. Un país donde ya abiertamente se habla –sea cierto, medias verdades o falsedad– de un posible golpe de Estado suave no genera buen ambiente para el optimismo. Trastocar el mandato de Varela sería peor remedio que la enfermedad, pero el Gobierno debe observar las señales y realizar acciones para recuperar la tranquilidad y el optimismo en el país.

Sin embargo, para un panameñista no hay ninguna crisis, sino a lo sumo una crisis judicial en la que el mandatario Juan Carlos Varela debe mantenerse al margen porque entonces se corre el riesgo de un juicio político por intervenir en asuntos de otro órgano del Estado. Y es que el Ejecutivo interviene abiertamente cuestionando actuaciones judiciales que luego influyen en posteriores decisiones de magistrados que tiemblan como la gelatina ante la cuchara.

El panameñista resume la situación actual en una pelea entre niños ricos de la oligarquía que creen que pueden seguir mandando al presidente y clanes económicos que pretenden interferir en la política doméstica.

Para Richard Morales, egresado de Harvard, profesor de Ciencias Políticas y miembro del FAD, Panamá se encuentra en crisis con su plataforma de servicios transnacionales amenazada porque ha dejado de serles útil a las potencias y además ha quedado expuesta con la podredumbre de los Panamá Papers y Odebrecht.

Morales cuestiona la falta de visión de una oligarquía ciega al derrumbe inevitable del modelo y que hace todo lo posible por salvaguardarlo, aunque implique hundir al país con ello. A su juicio, el sistema de servicios imperante fue corrupto en sus orígenes, diseñado deliberadamente para atraer a lo peor del mundo, fundándose las riquezas de la oligarquía en la prostitución del país al mejor postor.

Las soluciones de la izquierda son: constituyente originaria para refundar la república; nacionalización de recursos estratégicos y prohibición de lucro con bienes del Estado.

El dirigente del FAD advierte que los peligros que enfrenta Panamá son la agudización de la desigualdad como consecuencia del despojo y saqueo, agotamiento del modelo de crecimiento, colapso de servicios públicos como educación y salud, así como las presiones internacionales ante gobiernos débiles.

En el debate de ideas y propuestas, el precandidato presidencial Rolando Mirones advirtió que la crisis actual se origina en la falta de autoridad moral de un Ejecutivo que pretende perseguir ahora a quienes en el pasado fueron sus compañeros de fechorías, y todos sabemos que la reacción de ellos será echarlos al agua, pues conocen con detalle su pasado y su presente.

Según Mirones, otro elemento detonante de la crisis es un Ministerio Público débil y manejado por intereses oscuros, muy distinto al propósito de hacer justicia.

El perredista sostuvo que el país que no se transforma y evoluciona económicamente, su camino es la quiebra.

“El Kojak” Mirones también abordó un tema sensitivo: la migración. Alega que para que algunos pocos empresarios tengan mano de obra barata y casi esclava, se ha permitido inundar el país de extranjeros que roban trabajo, recursos y oportunidades a miles de panameños. Su receta es casi a lo Trump, pero sin cabellos: deportar de manera permanente a los ilegales y no permitirles que ejerzan ninguna actividad económica en Panamá.

Para el excandidato presidencial Juan Carlos Navarro, la salida a la situación actual del país es una constituyente porque estamos ante el peligro de un gobierno vago, lento, incapaz y corrupto, cuyo “modus operandi” son los escándalos permanentes que apagan con gasolina, lo que crea una creciente y peligrosa inestabilidad, lo que resta la inversión privada, disminuye el empleo y causa mayor criminalidad.

Lo de mayor criminalidad es una vaina que le roba el sueño a Juan Carlos Varela. El aumento de la producción de cocaína en Colombia y el que los insurgentes desarmados de las Farc se trasladen a Panamá para delinquir es una preocupación del Ejecutivo.

El tema del asalto al Banco General y asesinato de una cajera también prendió las alertas. Los planes de Varela serían sitiar los barrios rojos donde operan las grandes bandas. ¡Que los maleantes no salgan de la madriguera! será la nueva estrategia.

Otro tema que gravita en el escenario es la credibilidad. A juicio de Pedro Pereira, el meollo es la credibilidad, que el Gobierno la tiene ahorita en el piso por no cumplir promesas electorales, entre ellas, las reformas constitucionales, sobre todo para reducir el presidencialismo y pasar de una democracia representativa, formal, a una participativa de inclusión social.

Para el exministro y exembajador, Panamá debe cambiar el modelo económico neoliberal, donde los grupos económicos poderosos se llevan todos los beneficios, pero los pobres son más pobres y la clase media ha perdido espacio.

Pereira advierte que el peligro asecha a Panamá porque, geopolíticamente, tiene una posición estratégica que no hemos sido capaces de administrar, y corremos el riesgo de un proceso de involución social. El pacto de neutralidad está allí, pende como espada de Damocles sobre nuestro devenir y nos puede convertir una vez más en un semiprotectorado, añadió.

Esa es la radiografía sobre el problema. La solución está sobre todo en manos de un Varela cada vez más arrinconado, débil y sin aliados confiables. Los medios y grupos que lo apoyaron se le están abriendo porque huelen el peligro y apuestan a ganador. Ya consiguieron la mayoría de sus proyectos y ahora –desde ya– se colocan en el bando de opositores para planificar su ascenso con una nueva careta de “independiente” con el candidato al que le vean mayor opción en el 2019.

Se impone un diálogo del Ejecutivo con las fuerzas políticas y otros sectores representativos, pero lo malo es que los partidos tienen dirigencias controladas por diputados con bancadas mudas o vendidas, cuya visión y misión son las bolsas de comidas, nombramientos y partidas, más que la suerte de Panamá. ¡Hay que estar a la altura del momento!

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