Un magistrado de pocas garantías

Un magistrado de pocas garantías

Un magistrado de pocas garantías

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Tres cardiólogos y el médico del El Renacer recomendaron el ingreso de Ricardo Martinelli a un hospital por una arritmia cardiaca y una presión arterial por las nubes de 200/130, pero el magistrado de “garantías”, Jerónimo Mejía no lo autorizó de inmediato y en forma arrogante preguntó al doctor Gabriel Frago, si el exmandatario se podía morir.

El Dr. Enrique Méndez, especialista en Medicina Interna y Cardiólogo Intervencionista; Jairo González, jefe de servicio de cardiología; el también cardiólogo de la CSS, Enrique Méndez y el doctor de El Renacer, Leonardo Labrador, advirtieron los problemas de salud de Martinelli, pero al magistrado parecía no preocuparle el asunto.

Aunque Martinelli llegó a la audiencia sonriente y alzando los brazos para saludar a sus familiares y seguidores que lo recibieron con aplausos al ingresar a la sala de audiencias del Segundo Tribunal Superior de Justicia, era evidente su hipertensión.

Cuando ingresó vestido con suéter celeste, jeans y zapatillas negras marca “Hurley”, le tiró un beso a la perredista Balbina Herrera, a quien derrotó en las elecciones del 2009 y se convirtió en uno de sus querellantes en el caso de los pinchazos.

Con el grupo de querellantes –entre ellos también el exjefe de la tendencia del PRD, Mitchell Doens- estaba el magistrado fiscal Harry Díaz, quien vestía una particular combinación en la que destacaba una camisa rojo vino y una corbata cargada de detalles.

La jornada en el Palacio Gil Ponce arrancó mal. Jerónimo Mejía exclamó que era una audiencia de “comunicación de derechos”, algo que no existe en el Código Procesal Penal, pero además el magistrado de “garantías” advirtió que solo él podía hablar.

Por allí mismo, Mejía dijo que la orden detención de Martinelli se mantenía y ante los reclamos de la defensa de que esa decisión solo era competencia del pleno de la Corte, utilizó toda clase de argumentos –algunas veces repetitivo- para justificar y luego contradiciéndose, exclamaba que no había tomado ninguna decisión en torno al arresto.

Sin embargo, el magistrado de “garantías” llegó al extremo de asegurar que el plazo de un año que rige para mantener una detención provisional, empezaba a correr desde ayer y que los 364 días en los que Martinelli permaneció preso en Miami, no contaban para nada.

Luego le dio oportunidad de hablar a Martinelli, quien expresó que se le habían violado todos sus derechos. No me permitieron acceso a mis abogados; salí a las 2:00 a.m. de Miami y me llevan a El Renacer a un área en peores condiciones que la prisión en la que permanecì en EEUU.

Martinelli enumeró sus dolencias y responsabilizó al magistrado si le daba un “patatus” y se moría. He permanecido detenido un año y ahora se aduce que la detención provisional comienza a correr desde ahora, lo que es totalmente injusto, añadió.

En medio de la accidentada audiencia, Martinelli pidió que le pasaran algo para protegerse del frío; su esposa Marta le mandó una frazada y “El Loco” cuando vio la tela colorida dijo que no se pondría eso, pero entró en escena Luis Eduardo Camacho, quien se despojó de su saco y se lo pasó a su jefe y amigo.

Luego Martinelli, quien se mostraba un semblante rojo y en ocasiones se cubría el rostro y la cabeza con las manos como para disminuir la presiòn, pidió permisos para orinar y en eso también se levantó el fiscal Harry Díaz, para lo mismo, pero fueron a baños diferentes.

En su oportunidad, el defensor Carlos Carrillo enumeró las violaciones a su cliente, entre ellas, que fuera entregado por funcionarios de EEUU a la Policía de Panamá cuando debió ser a la Cancillerìa.

Además advirtió que se les impidió el ingreso al penal y destacó que Martinelli debió ser puesto a disposición inmediata del magistrado de garantías y no 8 horas después.

En la audiencia, Mejía omitió levantar la condición de reo rebelde que tenía Martinelli, debía enviarlo a una evaluación médica y debía ponerlo a órdenes del pleno, lo cual no hizo

Casi al final de la audiencia, Mejía llamó al cardiólogo Gabriel Frago para preguntarle si Martinelli se podía morir y ante le repulsa de los presentes, se justificó exclamando que su pregunta no era absurda.

A pesar de que el médico con 17 años de experiencia le advirtió que un paciente con arritmia puede sufrir muerte súbita en minutos, fue tanta la presión de Mejía sobre el cardiólogo, que éste evitó confirmar la urgencia de la situación médica de Martinelli.

Al final Mejía optó por pedir una nueva evaluación en el penal a Martinelli y una reunión para hoy con los cuatro médicos que lo trataron. Al retornar a El Renacer, el exmandatario seguía con una presión arterial de 176/100 y no le quedó más remedio a Mejía que cubrirse para que no lo culparan de un desenlace fatal.

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