Corre la sangre

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Es un despropósito la afirmación gubernamental de vincular solo al narcotráfico los crímenes violentos, que en los últimos días han llenado de luto y dolor a hogares panameños. Insistir en esta cómoda afirmación es hacer abstracción de las raíces sociales de la delincuencia y por lo tanto confesar que no se tienen remedios para frenarla.

Por ejemplo, es harto conocido que los asesinatos de taxistas tienen como móvil el robo, el cual se concreta luego de vencer violentamente la resistencia de la víctima, empero luego de cometido el hecho punible, lo más dramático es la privación de la vida al sujeto pasivo del delito.

No se niega que existan homicidios que son el resultado de ajustes de cuentas entre bandas rivales, pero es un tremendo error de estrategia querer sobredimensionar este tipo de delito, en desmedro de otras acciones delictiva que ocurren todos los días y afectan a la gran mayoría de los panameños.

Tales son los casos de los delitos contra el patrimonio (hurtos, robos y estafas) que ocurren todos los días a lo largo y ancho del país, o los delitos de índole sexual (violación, estupro, actos libidinosos), y que decir de los casos de violencia intrafamiliar en la que son víctimas mujeres y niños.

Ciertamente, el homicidio es el delito de mayor dramatismo, porque priva de la vida a sus víctimas y deja una estela de dolor y resentimiento en sus familiares, pero no vengan ahora a escudarse en que estos casos tienen como génesis el narcotráfico, cuando la investigación científica ha revelado que es todo lo contrario.

Este es el resultado del empirismo e improvisación de las autoridades en materia de seguridad pública y los panameños seguimos pagando el costo en vidas y bienes.

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