Droga, Dios y mar

Grisel Bethancourt/Carlos Rodríguez

“Dios nos mandó la droga a través del mar”, es una de las frases que ciertos moradores de la comarca Guna Yala usan para referirse a los cientos de paquetes de cocaína que quedan flotando en alta mar, cuando una narcolancha está a la deriva.


La situación es más complicada de lo que parece. Mucha de la droga que se queda en el mar Caribe de Panamá, de la cual se apoderan los lugareños, es trasladada y vendida a bandas criminales de Colón, señaló una fuente policial del área.


Hay grupos dedicados al negocio ilícito de la droga que tienen la misión de quedarse con lanchas y la mercancía. Uno de los puntos más vulnerables es Aligandí.


Este año, una publicación realizada por el diario El Tiempo de Colombia dejó al descubierto cómo los cargamentos de los “Urabeños”, unas de las bandas más peligrosas, eran constantemente atacados por piratas cuando ingresaban en aguas panameñas.


“Lo que parecía un robo común a una embarcación comercial en aguas del Caribe, registrado el 14 de mayo del año pasado, cerca del golfo de Urabá, dejó al descubierto una moderna guerra de piratas: bandas panameñas están robando la cocaína de los 'Urabeños'”, señalaba la publicación de El Tiempo.


Ese día, los hombres de los hermanos Úsuga, jefes de la banda de los “Urabeños”, mandaron un cargamento con cerca de tonelada y media de cocaína desde un punto en el golfo de Urabá hasta costas panameñas.


En los límites marinos entre los dos países, una lancha negra abrió fuego y abordó la nave de los narcotraficantes colombianos. Todo se supo gracias a una investigación de la Inteligencia Nacional colombiana, respaldada por agentes de la DEA, que se construyó con base en el testimonio de un sobreviviente del ataque, que ahora es testigo protegido de ese organismo estadounidense.


Población incómoda


La situación es de incomodidad para la población guna, que ha sostenido que las duras declaraciones del director de Senafront, Frank Ábrego, contra la situación que acontece en la comarca, ha mermado el flujo turístico a las islas.


En junio, Ábrego manifestó que “los narcotraficantes prefieren lanzar la droga al mar”, y que luego “es recogida por los pobladores y que la misma es revendida a los propios narcotraficantes”.


No es otra República


Uno de los principales problemas, y un hecho que a simple vista delata a los pobladores ligados al narcotráfico, son las altas sumas de dinero en efectivo que manejan a diario.


Las discrepancias en la zona atlántica de Guna Yala se han intensificado por dos lanchas rápidas, tomadas por moradores de las comunidades de Tigre y Cartí Tupile, las cuales pertenecían a narcotraficantes.


Los indígenas de Guna Yala han marcado una línea territorial en la República de Panamá, basada en el respeto a las autoridades tradicionales, la cultura y sus costumbres. El tema es álgido en la comarca cuando se habla de narcotráfico.


Para Angelmira Correa, gobernadora de la comarca Guna Yala, esta parte del territorio panameño “no es otra República” dentro del país, como todos lo perciben a nivel nacional.


La realidad es otra, explicó Correa, alegando que cuando la droga entra al área, se multa a los transgresores de esas leyes especiales y la mercancía ilícita se entrega a las autoridades.


Tumbes y venta de droga


El negocio de la reventa de cocaína en diversas islas de Guna Yala es innegable. Los cargamentos de “blanca nieves” que flotan en el mar son recuperados por los nativos, que en algunos casos los vuelven a vender a los dueños originales, o se los quedan para el consumo local, generando un problema de adicción.


Un miembro del Congreso General Guna reconoció que las estadísticas revelan que se ha registrado un aumento del consumo de droga por parte de la juventud indígena.


Entre el traslado y dinero ‘cash’


Los narcotraficantes colombianos compran la droga por sumas entre los 2 mil a 5 mil dólares, por lo que los indígenas se encontraban con el dilema de cómo cambiar el dinero en efectivo que les pagaban, ya que el desembolso es en billetes de 100 dólares.


En el 2010, el Congreso General Guna prohibió la circulación de los billetes de $100 en la comarca, por lo que surgió el reto de trasladar el dinero hacia otro punto del país.


Varios indígenas fueron interceptados por las unidades del Servicio Nacional de Fronteras intentando sacar de la isla dinero en efectivo. Por la carretera de Cartí movilizan parte del dinero producto del ilícito.


Sin embargo, luego se buscó otra ruta hacia Colón, para luego trasladar el efectivo a la ciudad de Panamá.


Víctimas de tumbadores


La repentina felicidad de que disfrutaban decenas de familias, que de la noche a la mañana vieron correr miles de dólares por sus manos, trajo consecuencias.


Varios grupos de tumbadores locales se percataron de que los indígenas mantenían droga en su poder, y que el negocio arrojaba dinero en efectivo.


Desde entonces, se reportaron decenas de casos en los que los indígenas fueron blanco de robos a sus residencias en la provincia de Panamá. También se registraron privaciones de libertad y hasta abusos. Así mismo, comenzaron los tumbes a los indígenas, cuando se encontraban hospedados en residenciales y hoteles de la ciudad.


Familia beneficiada


Un morador de la comarca Guna Yala reveló a Crítica que luego de encontrarse varias decenas de paquetes de cocaína en alta mar, y antes de que las autoridades se percataran, los colombianos ofrecieron una fuerte suma para recuperar el cargamento.


El flujo de dinero que mantenía en su poder le permitió trasladarse de la comarca Guna Yala a otros puntos del país “para tener mejor vida”.


La fuente explicó que muchos invirtieron en negocios y viven ahora del resultado de ellos, aunque no reveló a qué tipo de negocios se refería por temor a represalias. 

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