Cerro

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Allá perdido entre las montañas estaba el distrito de Cerro Caballo. Eran el alcalde, una secretaria y cinco concejales. La pobreza caracterizaba el lugar. Impuestos de unos cuantos agricultores y varias cantinas pagaban los salarios del humilde despacho. Era un distrito sencillo y agradable. Pero… alguien en la capital del país inventó algo que cambiaría la vida y paz de ese sitio… Inventaron que había que descentralizar los recursos económicos y dárselos a los municipios para que los invirtieran como quisieran. De repente al escuálido presupuesto de Cerro Caballo llegaron decenas de miles de balboas. Eran los impuestos que cobraban municipios más ricos. Se les advirtió que esa plata debía invertirse en el desarrollo de la comunidad. Pero para gastar ese dinero se necesitaban cambios. Lo primero fue elevar a secretaria ejecutiva a la humilde funcionaria. Para estar a la altura de su cargo se le compró una moderna computadora, que le costó mucho saber usarla. No se podía ser alcalde de ese poblado con un sueldo de hambre. El Concejo votó por un aumento elevado. Para lograrlo, el alcalde hizo un acuerdo con los concejales. Ellos también recibirían su aumento. La cordialidad que reinó por años se desmoronó con las inversiones. Cada representante exigía más dinero para su corregimiento. Algunos querían fuentes de agua, convertir en pequeños castillos las juntas comunales, etc. Para presionar se promovieron cierres de calles y manifestaciones. Otros exigían viajes a Europa para conocer municipios como Cerro Caballo. La excusa era que aprenderían cómo funcionaban. Hubo otras exigencias. Se presionó al alcalde para que inventara departamentos. Lo peor fueron las exigencias de politiqueros para que se les nombrara el “segundo frente”, “tercer y hasta cuarto frente” en esos innecesarios departamentos. Dejó a un lado el alcalde “el chuncho” del despacho y se compró una moderna camioneta que estaba a la altura de lo importante que era ahora el poblado. Luego de varios años, Cerro Caballo seguía casi igual. Calles en mal estado, sin aceras, falta de campos de juego, escuelas en ruinas, basura, etc. Aumentaron las cantinas porque había más dinero. Para darle prestigio nacional al lugar, inventaron la celebración del Día del Borriguero. Hasta trajeron muñecos gringos para el desfile… ¡Y todos contentos!

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