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Por: Roberto Morelos Comentarista [email protected] -

Hace poco llegó a nuestras manos un artículo titulado “Desdicha de ser asegurado… y pobre”, cuyo contenido desnuda de cuerpo entero las vicisitudes que sufren los asegurados cuando van en busca de salud en las instalaciones de la Caja de Seguro Social. Para mí es la primera vez que yo sepa, un médico censura tanto a la administración como a los gremios médicos calificándolos de dejar de ser intermediarios, científicos y éticos, que garantizaban la igualdad y justos servicios a la comunidad, para pasar a gremios vencidos y, agregamos nosotros, oportunistas. Uno de los señalamientos que más llamó mi atención en la carta denuncia es cuando describe al médico que no tiene calidez en la atención de un paciente, que llega al consultorio, después de pasar por una ruta de dolor que generalmente va de una precaria situación económica, una madrugada fría e insegura por las calles de nuestra ciudad, las dificultades de nuestro transporte y, finalmente, llegar a escuchar que perdió el cupo, el médico no viene, pero lo más lamentable si llegan a atenderlo, el médico que lo recibe no levanta la cabeza y cuando lo hace, su rostro no oculta la molestia que tiene por atenderlo. Otro renglón que trata el artículo es cuando menciona las medicinas y va describiendo ese “otro viacrucis” de ser asegurado… y pobre que va “penando”, de una policlínica a otra, mendigando su medicamento, para que finalmente le digan que está pendiente de entrega, se lo cambian por otro, tiene que comprarlo (algo ilegal) o no lo toma y se complica su problema de salud. Estos son los pacientes que posteriormente abarrotan los cuartos de urgencia y hospitales donde no debió haber llegado, si hubiera recibido el medicamento que se merecía. Aquí el autor hace otra denuncia escalofriante, al señalar que algunas autoridades les sugieren a los médicos que les intercambien el medicamento al paciente por otros, y con eso los impulsan, que violen toda lógica terapéutica en la continuidad de un adecuado tratamiento. También censura a sus colegas y les incita a que no participen en esas irregularidades en perjuicio de los pacientes, que van de recetas por complacencia, laboratorios innecesarios no revisar los existentes, pero se pregunta el autor, ¿puede juzgarse al buen médico por no poder revisar unos voluminosos expedientes cuando tiene 28-32 pacientes en lista de espera para que los atiendan? Finalmente, el autor señala que los médicos surgen de diferentes estratos sociales y económicos, con una meta, “servir a los demás” y aliviarles las miserias físicas y emocionales. En lo que a mí respecta, vemos cómo algunos violan este juramento para alcanzar puestos administrativos, con jugosos salarios, y así no enfrentarse a esos pacientes llenos de angustia, llantos y disgustos, por no ver satisfechas sus necesidades por parte del Seguro Social que recibe de antemano los aportes económicos que son deducidos mensualmente de sus salarios como de sus jubilaciones. Bueno, se dice que el pobre pierde, pero mucho más si es asegurado.

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