Directo al cepo

Por: Carlos Christian Sánchez Columnista -

Esta semana que termina, hubo varias noticias que generaron tendencias en redes sociales y diversos comentarios en medios de comunicación: los apagones en la capital, la renuncia del gerente general de la Empresa de Transmisión Eléctrica (Etesa) y la discriminación a los jugadores de la Sub-17 en el restaurante Brava Pizza dominaron el interés de la opinión pública. Pero ninguna se compara con la detención arbitraria de un dirigente indígena en la comarca Ngäbe-Buglé, el cual fue colocado en el cepo.

Demecio Cases, presidente del Congreso General de la Comarca, había sido denunciado por firmar un contrato para la entrada de operaciones de una empresa asiática. El pasado martes, apareció en videos cuando era arrestado por otros indígenas. Ante los gritos de dolor, los demás testigos de las comunidades observaban el hecho insólito en nuestra sociedad criolla, pero para ellos es tan común y habitual.

Por supuesto, salieron innumerables “memes” y opiniones burlándose de la situación. Que la medida debería ser un ejemplo para castigar a los políticos o autoridades de turno, ante los pocos o nulos avances en las investigaciones judiciales. Sin embargo, cabe recordar que la República de Panamá, como país signatario de la Carta de las Naciones Unidas, ha ratificado normas en defensa de los derechos humanos. Y la “tortura”, como lo que se observa en la acción de llevar a un individuo al cepo, es una violación a la integridad de la persona afectada.

Culpable o no, el caso del cacique indígena humillado ante la comunidad demuestra que aún en Panamá vivimos en la Edad Media. Recuerden que el cepo (del latín “cippus”) era un instrumento de tortura, en donde la víctima queda inmovilizada de pies y manos. Se trataba de un castigo de escarnio público, pues generalmente se realizaba en el centro del pueblo para exponer al afectado como ejemplo de escarnio y someterlo a vejaciones. Los europeos que colonizaron las Américas impusieron esta medida desde el siglo XV para esclavizar a los pobladores autóctonos y quedó profundamente marcada en la cultura indígena.

El tomarse la justicia por las manos, como lo hicieron los indígenas en el occidente del país, es una clara advertencia de que las comunidades más tradicionales desconfían de las autoridades. Si fuera así, hasta el otro que vive frente al parque Urracá y varios funcionarios del pésimo Gobierno que tenemos hace rato estarían en el cepo. La pérdida de valores y la falta de atención social de las autoridades también provocan la reacción extrema vista allá en la comarca.

No perdamos la tolerancia hacia el prójimo. Si vivimos en democracia, respetemos la justicia. Este mensaje es para todos por igual, tanto para los gobernantes y como para el pueblo. Larga vida y prosperidad para todos. Saludos, amigos...

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