El Catatumbo de la profesora Kenia Porcell

Por: Por: Julio César Caicedo Mendieta -

Para mí, que soy viejo conocedor de mujeres, sostengo que hay que creerle a esta muchacha con respecto a que ha recibido presiones en el Ministerio Público de parte de poderes políticos y económicos con relación a las investigaciones por casos de corrupción, lavado de dinero y blanqueo de capitales. Y es que uno de estos delitos ya lleva desaparecidos y además Panamá es un país en donde a las amenazas hay que ponerles mucho cuidado. El peso de mi alegato por esta muchacha tan guapa es que nuestra historia registra tres asesinatos de presidentes, uno de gobernador, otro de alcalde y dos de representantes de corregimiento. Todos flotando en la impunidad.

Catatumbo es un valle del norte de Colombia, en donde han amenazado de muerte a varios líderes comunistas que, tras la “paz”, han ido a tomar posesión del lugar como quien dice a descansar los huesos guindando en una hamaca. La amenaza, según los medios, ha sido de darles “plomo”, y efectiva porque todos de allí se han ido. Yo le recomiendo a Kenia que también deje el Catatumbo panameño y se acoja a la placidez de un retiro en nuestro campo, ya está bueno de amanecer con noticias agrias y acostarse como las lechuzas, no vaya a ser que me la maten como hicieron con el general Vicente Galindo Olarte, que lo envenenaron con un guacho de cambombia, leche de coco y picante en la isla de Las Perlas, o como al mandatario “Chichi” Antonio Remón Cantera, que lo ametrallaron en hipódromo Juan Franco, o como al general Omar Torrijos, cuya avioneta se vino abajo estrellándose en el elevado Juan Julio de cerro Marta, cerca de mi cabaña.

Profesora Kenia, yo le recomiendo que se salga de ese Catatumbo centroamericano al término de la distancia. A Ud., como dicen acá en la montaña coclesana, se le nota en el brillo de sus ojos que no ha llegado al medio quintal todavía, aunque poco le falta. Olvídese de esas alimañas que la rodean porque a buena parte de este pueblo la he visto compungida dándole gracias a las ratas del erario por gobernarnos con nuestros impuestos de la manera más cruel e inverosímil.

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