Imponer la felicidad

Por: Alberto López Herrero Periodista -

¿Es usted feliz? ¿Cuántas veces se ha hecho esa pregunta?, o mejor dicho, ¿cuántas veces se la han hecho con la intención de que se replantee sus prioridades o hábitos de consumo? Tal vez habría que empezar por saber qué es la felicidad, pero lo importante es cuántas veces ha creído sentirla y por qué, ya que su percepción, el listón y la satisfacción dependen de cada persona.

Lejos de corsés etimológicos, la felicidad es un estado vital más que de ánimo y que va mucho más allá de la consecución de algo material; estamos felices ante un hecho puntual que nos produce satisfacción y somos felices por una situación que creemos duradera en el tiempo. Nos conformamos, la mayoría, con una estabilidad personal y afectiva que nos sirve de excusa para declararnos felices en numerosas ocasiones a lo largo de nuestra vida, con tener unos derechos fundamentales como el trabajo, la vivienda, la sanidad, la educación, etcétera, aunque en la actualidad se vean vulnerados por quienes tienen que garantizarlos. Tal vez por ello en el fondo siempre pensamos que seríamos más felices si tuviéramos algo más… más dinero, mejor trabajo, otra casa, más posibilidades de viajar…

Pero la verdadera felicidad es una sensación de plenitud, de paz y de serenidad interior que nos permite disfrutar de la vida y de todos sus matices, saborearla sin complejos y en todo su esplendor. El dinero, ni da la felicidad ni ayuda a conseguirla. Cuando logramos un bien material anhelado, vemos cumplido un proyecto o recibimos un reconocimiento, la euforia inicial que nos inunda va decayendo de la misma forma que lo hizo la motivación por conseguirlo. Al final, nos quedamos casi más vacíos que antes, incitándonos a nuevos logros. Es el círculo vicioso de la felicidad consumista en la que nos movemos, muy alejado del círculo virtuoso de la felicidad que está a nuestro alrededor para encontrarnos.

¿Por qué los niños más pobres de África parecen los más felices del mundo y tienen una sonrisa natural en la cara? ¿Por qué las personas más humildes transmiten siempre serenidad y comparten lo poco que tienen? Sencillamente, son conscientes de las circunstancias y saben compaginarlas con sus sueños para hacerlos realidad. No tiene nada que ver la felicidad con el conformismo, pero sí que tiene una importante relación con el esfuerzo y el sufrimiento: por un lado, nos esforzamos muchas veces por conseguir algo con lo que luego nos damos cuenta de que no nos sentimos felices del todo y, por tanto, siempre queremos más y, por otro, el sufrimiento parece ser la línea roja para no ser felices. “Bajo las posibilidades de sufrimiento, el hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad”, decía Freud, y sufrimos en el amor, sufrimos pensando en el futuro, los ricos y los famosos sufren por querer ser más ricos, por seguir saliendo en la televisión o por envejecer…

Platón concebía la felicidad como contemplar las cosas con el intelecto, más allá de la ilusión de los sentidos, ver su esencia y practicar la virtud viendo la obra de Dios en el mundo. Para Aristóteles el concepto era eudaimonia, el fin de todas nuestras acciones. “La felicidad consiste en realizar el oficio del hombre”, y este tiene que ver con su actividad racional, con la prudencia y la contemplación. En una época más moderna, volviendo a Freud, consideraba que ante la búsqueda de la felicidad hay diferentes respuestas: el aislamiento voluntario, la intoxicación y la búsqueda de la belleza, ya sea en los gestos humanos, en la naturaleza o en la creación artística o científica. En los últimos años han surgido un sinfín de investigaciones sobre la felicidad, campañas publicitarias sobre ella y cientos de encuestas que miden desde la población más emocional hasta la más feliz bajo unas premisas tan subjetivas como nada científicas.

Pero las respuestas en la vida para ser felices solo las tenemos nosotros. Decisión, voluntad y actitud son las que nos tienen que llevar a escoger ser felices, y a nuestro alrededor hay muchas notas de felicidad: un abrazo, una sonrisa, un beso, un encuentro, un paseo, una puesta de sol, la solidaridad… y todas son gratis.

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