Indolencia

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Es indudable que el desarrollo tecnológico ha traído progreso a la humanidad, pero también hay claroscuros en este desarrollo que a la postre tienden a deshumanizarnos, haciéndonos menos solidarios con nuestros semejantes.

En el caso del joven que recientemente se quitó la vida lanzándose del paso elevado en la vía Domingo Díaz, la ciudadanía se dio cuenta que más fuerza tuvo la curiosidad morbosa que la solidaridad ante un semejante en peligro de muerte.

Los eternos e hipócritas críticos dirán que este tabloide no tiene autoridad para lanzar semejante anatema, por el contenido noticioso de sus columnas, pero hay una realidad, los hechos son publicados, luego que suceden, y muchas veces la fuente de los mismos son las propias autoridades.

Es importante que la sociedad conozca de los hechos delictivos para que pueda precaverse de los mismos y exigir mayor seguridad a quienes nos gobiernan, igualmente la crítica y el comentario a la falta de seguridad, es un ejercicio legítimo ciudadano, reflejado en las páginas de este diario.

Si despertamos la indignación ciudadana, ante un crimen atroz, hemos cumplido nuestra labor de avivar la conciencia crítica de la sociedad.

Lo que es triste es la indolencia y la pasividad de los espectadores directos, ante el drama de un ciudadano, abrumado tal vez por problemas emotivos, que lo llevaron a quitarse la vida delante de todos.

Es una verdadera lástima que nadie tratara de razonar con el eventual suicida, o intentar detenerlo, y que todos se limitaran a captar con sus celulares, el momento en que se arroja al vacío.

La indolencia es lo que nos mata como país; indolencia hacia el sufrimiento ajeno; indolencia ante la corrupción rampante que corroe los cimientos mismos de nuestra sociedad.

Ojalá pronto despertemos de este sueño y hagamos algo por Panamá y nuestros semejantes.

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