La oración como alianza

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La oración de petición siempre es una respuesta al llamado de Dios, incluso podríamos decir que es una respuesta a la queja de Dios al ver su criatura tomando agua contaminada de la fuente del pecado del mundo, pudiendo tomar agua pura que se le da gratis. Cualquiera que sea el lenguaje que utilizamos para orar, gestos o palabras, siempre debemos reconocer que el que ora es el hombre en su totalidad. Sin embargo, para designar esta realidad usamos el lenguaje analógico en el que ponemos en un lugar en particular el sitio de donde brota la oración. A este lugar en particular le llamamos el corazón. Pero este término merece una aclaración, porque nuestra sociedad le ha dado una connotación meramente sentimental y lo circunscribe fundamentalmente a la relación amorosa entre un hombre y una mujer, es decir el amor eros. Esto ha llevado a algunas personas a confundir el término orar con el corazón, con el deseo o el sentimiento. De allí que se piense erróneamente que se debe orar solo cuando se desea o como se dice popularmente “cuando me nace”. Otros piensan equivocadamente, que la oración para ser del corazón, debe entrañar emoción o sentimientos como una especie de enamoramiento. Pero en las Sagradas Escrituras el corazón designa ante todo el lugar donde se toman las decisiones, es como decir el centro del ser humano donde estoy conmigo mismo, donde solo Dios y yo pueden estar. Entonces orar con el corazón es cuando con independencia de mis sentimientos, deseos, o emociones, ejerzo mi voluntad y empleo toda mi inteligencia para comunicarme con Dios, que me ama y yo me esfuerzo por amarlo. Recordando que amar es siempre una decisión.

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