Suicidio de policía

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El suicidio de una unidad femenina de la Policía Nacional,  quien se quitó la vida utilizando el arma de reglamento de otra agente, debe llamar a la reflexión, ya que no es la primera vez que se dan hechos de esta índole, lo que demuestra que hay un problema interno al que no se le está prestando atención.

Este caso, así como el de un teniente que se mató en la cuadra en Antón, hecho ocurrido este mismo año y otros más antiguos en que unidades matan a compañeros y a continuación se quitan la vida, es demostrativo de graves falencias institucionales en el tratamiento a la salud mental de las unidades.

El hecho demuestra que los protocolos de prevención dirigidos a detectar precozmente los casos de policías en riesgo de acabar con su vida, no están funcionando.

Esto debe ser motivo de inquietud, ya que se supone que los policías están para cuidar a los ciudadanos y no para que se quiten la vida.

La suicida estaba en labores administrativas y se conoció que no era la primera vez que intentaba quitarse la vida utilizando el arma de reglamento de otra unidad. Esto es preocupante, ya que denota una desatención ante el estado psicológico de las unidades.

No hay antecedentes de suicidios de mujeres policías, ni siquiera en la época de las Fuerzas de Defensa, sobre todo en los años comprendidos entre 1987 y 1989, en que los uniformados estaban  bajo gran presión de la guerra sicológica con EE.UU. y los enfrentamientos con el pueblo panameño.

Por ello, se hace necesario crear un sistema de detección de crisis con grupos de psicólogos y psiquiatras  disponibles las 24 horas para atender cualquier situación.

Hay que tomar medidas preventivas, pues las unidades viven continuas situaciones conflictivas derivadas de su labor profesional, que no todo ser humano es capaz de soportar.

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