Vivo

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Los profesores de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad estábamos buscando juguetes y golosinas. Habíamos dado una cuota para el refrigerio que tendrían niños de Viejo Veranillo, comunidad ubicada frente a la primera casa de estudios. Se convirtió en una tradición llevar alegría navideña a decenas de niños humildes, mediante entrega de juguetes, música y golosinas. El acto más llamativo era la entrega de juguetes. Los niños hacían una fila y les dábamos los regalitos, según sexo y edad. La actividad comenzaba bien, pero luego de un rato se recibían quejas sobre el juegavivo de algunas madres. Ellas le cambiaban el suéter al hijo que ya había recibido juguete y lo mandaban otra vez a la fila. A veces le ponían una gorra que antes no llevaba el pelao, con el propósito de que pensaran que era otro niño y le dieran un juguete.

Cuando se le negaba el juguete al chiquillo disfrazado, aparecía una enojada madre gritando y protestando porque a su hijo no le querían dar juguetes. Esta trampa se hizo tan común, que la Facultad decidió ¡no hacer más el acto navideño! Allí estaba un ejemplo de cómo la bellaquería de unos pocos, al final afectó a todos. Por cierto, años más tarde se hicieron actividades parecidas en comunidades interioranas sin ningún problema… Recordé esta situación ocurrida hace años, al saber que autoridades en las ferias libres tuvieron que poner pintura indeleble en el dedo, para evitar el juega- vivo de buscar más de un jamón. A cada momento en actividades donde hay colas, vemos a gente que desea aprovecharse y lograr más de lo que le corresponde. He visto discusiones cuando reclaman a un avivato que se ha adelantado o no hizo fila como los demás.

Un análisis sociológico señala que el juegavivo es causado por la falta de valores cívicos y morales. Esta mala conducta no es única de este país, sino que aparece en casi todo el mundo. Siempre habrá personas que no desean cumplir las reglas de convivencia. Algunos sicólogos indican que esa actitud es un trastorno de personalidad. El sujeto piensa que es mejor que los demás… Manera de controlar esta viveza es imponer reglas como la de pintar el dedo. Si se le da una identificación, no extrañe que la “clonen” o se la cambien, porque los juegavivos siempre buscan maneras de salirse con la suya. Claro que desde niño se debe insistir en ser honesto. Imagino el mal ejemplo que daban las madres juegavivos a sus hijos, quienes de grande pensarán que eso era correcto. (Dice el Cholito Mesero de Santana que el Ministerio de Ambiente está para defender el ambiente y no acabarlo).

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