Parque

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Los cinco muchachos nos acostamos en la hierba… ¡para que no nos viera el seguridad del Club de Golf! Habíamos llegado a una de las lomas próximas al campo para evitar molestar la cercana “casa del paco” (años después supe que allí vivió Omar Torrijos cuando comenzaba su carrera militar). Éramos niños de Parque Lefevre que teníamos curiosidad por ver a los golfistas. Entendíamos que el juego era golpear una bola lo más lejos posible para después meterla en un hueco. Cuando se iban los jugadores, bajábamos a buscar en la maleza alguna bola perdida. Uno de los amiguitos se quedaba arriba para avisarnos si venía el seguridad. Resulta que a veces con un viejo palo de golf nos poníamos a imitar a los golfistas… y dañábamos el césped al golpear mal la pelota. Otro deporte era deslizarnos sobre hojas de palmeras loma abajo. Esto era peligroso, pues nos alejaba de nuestro escondite en la loma. Mi mente se ha ido por “el túnel del tiempo” a unos 65 años atrás, al conocer el disgusto de algunos con que aumenten el área de cemento del parque Omar. No solo de niño tuve contacto con esa área verde. En los años 80 como periodista sostuve campaña para que el campo de golf se convirtiera en un parque. Había un proyecto millonario que llenaría de edificios y casas lujosas el lugar. Al final, Torrijos decidió que el sitio sería un parque. Él vivía en esa época cerca del campo.

Ese pulmón de oxígeno y belleza vegetal lo he disfrutado caminando, volando cometas, asistiendo a actos culturales y educativos, y consultas a la biblioteca. Claro que me opongo a los que desean cometer un “concreticidio” aunque digan que “es poco” (¿?). Lo que hay que hacer es llenarlo de más árboles y flores. Habilitar estacionamientos ecológicos, sin hacer obras de cemento, etc. Cuando el mundo lucha por aumentar las áreas verdes y disminuir la polución, el calentamiento global y los rayos ultravioleta, en Panamá ciertos (tal vez con buena voluntad) quieren afectar el único parque grande de la capital. (Ojalá no se les ocurra lo mismo con el pequeño parque de Hato Pintado, que es un remanso de naturaleza. El parque Omar ha tenido su lado oscuro… Allí mataron a un político y empresario. Violaron a varias damas. Robadas residencias cercanas y asaltos a deportistas y avivatos se cogieron varias de sus hectáreas. Y “desaparecieron” las estatuas de los “juegos de antaño”, que pesaban toneladas… ¡y eso quedó en nada! Pero esto ha sido controlado y sigue siendo un pulmón de vida y sitio recreativo para personas de todos los niveles sociales.

Convertirlo en parque costó mucho ante el negocio que sería una barriada de lujo. Muchos años después no echemos para atrás. (No solo bastan las buenas intenciones).

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