Protesta social

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Es evidente el clima de inestabilidad y descontento social entre diversos sectores ciudadanos por las medidas que adopta el Gobierno Nacional, las cuales van a contravía del interés público, lo que ha motivado que los ciudadanos espontáneamente se organicen para hacerse sentir en las calles.

Dentro de un régimen democrático, el derecho a disentir es una garantía fundamental de que se tienen instituciones democráticas sólidas y de que quienes gobiernan toman en cuenta las opiniones contrarias o diversas en la búsqueda de consensos.

Es por ello que resulta odiosa y demostrativa de la prepotencia oficial la forma como se le ha querido imponer a la ciudadanía medidas impopulares e inconsultas.

Ejemplos de esto fueron la proyectada “remodelación” del Parque Omar y el aumento de la tarifa del registro único vehicular, medidas que fueron echadas para atrás, ya que la ciudadanía se paró firme en no permitirlas.

Lo bueno es que se demostró que el pueblo, cuando quiere y se lo propone, es capaz de hacer –en las calles– que los gobernantes reculen; lo malo es que este tipo de acción es el caldo de cultivo para la inestabilidad social y la violencia, como lo que vimos en Divisa el pasado lunes con la represión a los arroceros.

Estos productores tienen todo el derecho a la protesta social en aras de lo que consideran sus derechos y no deben ser reprimidos por ello.

Al contrario, siendo el Gobierno la parte más fuerte de la relación social, debe invitarlos al diálogo sin precondiciones para buscar alternativas de solución a su problemática.

Ojo, señores del Gobierno, en el aire se siente un clima de descontento e inestabilidad. Ojalá sepan actuar ustedes sin odios ni revanchismo y escuchen al pueblo antes de que tengamos un estallido social de imprevisibles consecuencias.

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