Era mi todo

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Era mi todo

Mi difunto esposo era mi todo, nos conocimos muy jóvenes, pero nunca dejamos de amarnos y el deseo siempre fue acompañante de nuestras noches en la cama y en el sexo. Él se me fue a los 45, en la plenitud de su juventud. Era muy guapo y perseguido por las mujeres, pero yo era la única que lo satisfacía. En la cama nos entregábamos a la lujuria, a él le gustaba que le estimulara la próstata con mis pequeños deditos y que le diera el beso negro, seguro que le hacía el sexo oral, lo que a mí me enloquecía porque me encendía tenerlo en la boca, porque era enorme para mí, una mujer pequeña.

Por delante o por detrás

Nos tomábamos nuestro tiempo para llegar a la penetración. A mí me encantaba por delante o por detrás, pero en el ano no era siempre, teníamos que estar muy calientes. Les dije que él era grande, así que yo tenía que estar muy relajada, para eso él me daba el beso negro y se quedaba ahí mucho tiempo hasta que sentía que se abría de par en par para que él entrara. El sexo anal era tan satisfactorio que yo me podía venir varias veces y me llenaba con su fluido seminal. No podíamos evitar quedar adolorida por varios días, aunque éramos pareja de varios años.

Lo dejé seco

A él lo enloquecía que todo lo tengo pequeño, y él era un macho de mediana estatura. Una vez me confesó que había tenido sexo con otra mujer, pero lo hizo para ver si podía y me confesó que para nada lo disfrutó como conmigo. Yo me enfurecí y le pegué una cogida que lo dejé seco y con el rabo entre las piernas. No le quedó ganas de volver a comerse otra concha que no fuera la mía.

Nadie como él

Mi tristeza es muy grande porque no hay hombre que me llene como él, los recuerdos de nuestro amor los llevaré dentro de mí el resto de mi vida. Ya son 10 años de luto y dolor sin que me pueda consolar ningún hombre. Yo estoy entera y muy buena, apenas tengo 30, y mi concha se babea de solo cerrar los ojos y acordarme de mi amor.

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