El Vidajena
Las historias se repiten aunque hayan transcurrido muchos años y hasta siglos. Como habrán oído decir, habría una vez un man que se caracterizaba por dos enormes cachos que le ponía su casquivana mujer y así ha venido sucediendo en todas las épocas.
En el patio limoso de la vieja casa de inquilinato había un man que se llamaba Putifar, quien se había matrimoniado con una guialcita de nombre Perina. Esta mujercita era mucho más joven que este vejestorio, por lo cual la hembrita discutía acaloradamente en las noches y los que habitaban los cuartos vecinos se reían a carcajadas por los apuros que pasaba Putifar para tener contenta a su curvilínea.
Por la mañana, cuando Perina salía a la pluma de agua comunal a fregar los trastes del desayuno, y aprovechando que Putifar había salido a trabajar, se reunía con Régula y Saco