Semifinales con olor a 'maracanazo'

Una dura selección uruguaya y el sempiterno fantasma del "maracanazo" son los escollos a los que se enfrenta mañana Brasil con el objetivo de alcanzar la final soñada de la Copa Confederaciones.

Brasil / EFE

 Una dura selección uruguaya y el sempiterno fantasma del "maracanazo" son los escollos a los que se enfrenta mañana Brasil con el objetivo de alcanzar la final soñada de la Copa Confederaciones.

Con un Neymar en pleno auge -autor de tres goles, uno por partido-, Brasil parte como favorito, pero el Uruguay de Edinson Cavani, Luis Suárez y Diego Forlán, una delantera que suma cuatro goles en el torneo, ansía volver a ser el verdugo de los anfitriones.

El estadio Mineiro de Belo Horizonte, construido en 1965 a semejanza del Maracaná, será el escenario de este clásico suramericano, más que nunca revestido con los ribetes de la historia de 1950.

Pese a los cinco títulos mundiales que gozan en sus vitrinas, los brasileños nunca han conseguido borrar el indeleble recuerdo de la derrota por 2-1 contra Uruguay en la final del Mundial de 1950 en un recién inaugurado Maracaná, con 200.000 espectadores en las gradas.

El seleccionador uruguayo, Óscar Washington Tabárez, se encargó de recordar que la Celeste es una reconocida "aguafiestas" y mañana tratará de revivir la peor pesadilla que atormenta al autodenominado "país del fútbol".

El portero brasileño Julio César, que sabe que la Celeste siempre suele ser un rival durísimo, puntualizó que en los últimos cruces de ambos equipos en las fases finales de una competición oficial, en las ediciones de 2004 y 2007 de la Copa América, Brasil y Uruguay llegaron a la tanda de penaltis.

La última vez que se jugó el clásico, en 2009, fue un paseo para Brasil, que ganó por un contundente 0-4 en Montevideo por las eliminatorias mundialistas.

Anecdóticamente, la única vez que Uruguay jugó en el Mineiro fue dos días después de su inauguración, el 7 de septiembre de 1965, cuando Brasil ganó 3-0 con un equipo integrado exclusivamente por jugadores del Palmeiras.

Con todos esos ingredientes históricos, Brasil tiene en mente el futuro, la final del próximo domingo, y para alcanzarla intentará poner en práctica el buen fútbol que ha dejado entrever en algunos momentos de la Copa Confederaciones.


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