Huracán María deja dura realidad en día a día en Puerto Rico
La capital, que ha recibido como suele ser habitual en estos casos un mejor tratamiento que las zonas más aisladas, presenta todavía hoy un panorama dantesco.
Zona afectada por el huracán María, durante un sobrevuelo de la Guardia Costera de Puerto Rico en un helicóptero MH60 en el municipio de Utuado (Puerto Rico). EFE
Por: San Juan / EFE -
El huracán María, uno de los peores desastres en la historia de Puerto Rico, deja una dura realidad en el día a día de la población, sin servicios de luz, agua y largas horas de espera para proveerse de alimentos y combustible.
Ana Santos, de 38 años, dijo hoy a Efe, desde el interior de su automóvil a la espera para repostar en una gasolinera de una calle de Santurce, el principal distrito de San Juan, que tiene la esperanza de que la fila no le lleve las horas de los primeros días, pero que no tiene otro remedio que esperar, "lo que haga falta", asegura.
Santos, maestra de Historia en una escuela de San Juan, es un ejemplo de lo difícil que es vivir en estos momentos en Puerto Rico, donde las condiciones son muy dispares dependiendo del área de la isla, pero donde predominan la escasez y las dificultades.
"Como porquerías, muchas galletas", dice la maestra, que cuenta que en su vivienda de Barrio Obrero ha vuelto, al menos, el servicio de agua, un lujo que cerca de la mitad de los 3,5 millones de puertorriqueños no puede ni soñar en estos momentos de estrecheces a causa de un huracán que el 20 de septiembre marco la historia de Puerto Rico.
La madrugada de ese día el huracán María, con vientos sostenidos muy por encima de los 200 kilómetros por hora, destrozó literalmente la isla, la dejó completamente incomunicada y causó 16 muertos, un balance de víctimas que las autoridades manejan con reservas debido a que más de 10 días después la información sigue sin ser precisa.
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"Por las noches leo con la ayuda de una linterna, de hecho llevo ya varios libros", explica Santos, que se queja de la falta de ayuda y la mala suerte que ha sido que la isla sufriera el golpe de dos huracanes de magnitud histórica en el plazo de solo dos semanas, en un septiembre de 2017 que quedará grabado en la memoria colectiva de los puertorriqueños.
La capital, que ha recibido como suele ser habitual en estos casos un mejor tratamiento que las zonas más aisladas, presenta todavía hoy un panorama dantesco con la mitad de sus árboles por los suelos, postes de la luz destrozados y calles con dificultades para transitar.
Un recorrido por la capital deja entrever que algo grave pasó, con interminables filas de automóviles para repostar, las mismas que todavía hay que guardar para quien pretende comprar en un supermercado, donde a duras penas se puede encontrar agua y muchos estantes están desabastecidos, en especial los de conservas y productos de limpieza.
San Juan, una capital moderna y en la que habitualmente no falta nada que pueda encontrase en cualquier ciudad del mundo, presenta un panorama sombrío, sin prácticamente ninguna tienda abierta, aunque el fin de la ley seca alegró en cierta medida el ambiente en las calles, en las que algunos trataron de olvidar sus penas con unas cervezas.
La alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, fue precisamente quién dio la voz de alarma al denunciar a la prensa internacional que hay gente que no tiene ni comida ni agua para sobrevivir en algunas áreas de la isla.
Los municipios de las montañas y el interior nada tienen que ver con la capital y es en esos lugares donde la vida es mucho más complicada, tanto que las agencias federales estadounidenses que tienen desplegados sobre el terreno a miles de sus miembros arrojaron la ayuda desde helicópteros.
Los problemas de las comunicaciones, tanto terrestres como telefónicas, sigue siendo, junto a la electricidad -sobre un 5 % de la población cuenta con luz- los principales retos para el Gobierno local que lidera Ricardo Rosselló, que espera que la próxima semana la visita del presidente de EE.UU., Dolad Trump, traiga más de la necesitada ayuda.
La maestra de Historia, de momento, solo puede esperar a que las cosas mejoren lentamente y que la luz vuelva para recobrar la normalidad, aunque el Gobierno ya ha advertido de que la electricidad en toda la isla solo volverá en el plazo de varios meses.
"Por lo menos en mi barrio tenemos agua y eso es muy importante", dice, la maestra, aunque asegura no tener noticia de cuándo se reincorporará a las clases, que muchos temen que no vuelvan en mucho tiempo.