Mundo - 16/6/14 - 12:27 PM
Libro plasma el uso de reos de Alemania comunista por empresas occidentales
Se trata de un proyecto investigador auspiciado por la Unión de Víctimas de la Dictadura Comunista
Berlín
EFE
Empresas de Alemania Occidental y también extranjeras, como la sueca Ikea, sacaron partido del trabajo forzado de presos políticos y comunes de la extinta República Democrática Alemana (RDA), según el libro presentado hoy por el politólogo alemán Christian Sachse.
El trabajo forzado de los presos estuvo al servicio del entramado económico germano-oriental y fue un "arma de represión política" para la RDA, del que también se benefició sin reparos la industria occidental, afirmó Sachse, ante un público formado parcialmente por exrepresaliados del régimen germanooriental.
"El trabajo forzado no estaba ni está prohibido, ni en la Alemania de entonces ni a escala internacional, pero sí el uso de los presos como trabajadores por el mero provecho económico o como castigo", indicó el investigador.
A esta problemática están consagradas las cerca de 500 páginas de su libro, financiado en parte por el propio fabricante de muebles sueco, que unos años atrás se disculpó por haber recurrido a esta práctica.
Se trata de un proyecto investigador auspiciado por la Unión de Víctimas de la Dictadura Comunista, cuyo propósito no es -según explicitó Sachsen- trazar una "equiparación" con los esclavos que el nazismo entregó a la industria cómplice del Tercer Reich.
"No buscamos un paralelismo entre ambas dictaduras, pero sí documentar el destino de miles de presos políticos, sometidos a régimen de esclavitud en toda la geografía de la RDA", apuntó el autor.
De acuerdo con sus cálculos, en los años 80 el régimen comunista ingresó unos 200 millones de marcos -sobre los 110 millones de euros- fruto de los acuerdos comerciales con empresas occidentales.
Ikea fue uno de los clientes destacados del régimen y ha destinado a la investigación de ese capítulo 120.000 euros, "tras lo cual nos dejó manos absolutamente libres para su elaboración", indicó Sachse.
"Las empresas occidentales que encargaban la producción de sus artículos a la RDA tenían que saber quiénes eran los trabajadores y que estaban presos", apunta el investigador.
Ikea admitió su responsabilidad, en 2012, después de que saltara a los medios que el fabricante sueco había vendido muebles elaborados por los presos del régimen germano-oriental, en su búsqueda de sueldos bajos, como también de Polonia y otros países del este europeo, entonces tras el Telón de Acero.
No fue un caso aislado, sino que se supone que hasta la caída del Muro, en noviembre de 1989, numerosas empresas occidentales hicieron tratos parecidos, entre ellas la cadena de supermercados Aldi y los consorcios industriales Siemens y Krupp.
Junto a esta práctica estaba el asimismo extendido "préstamo" de reos a las empresas de la propia RDA, en un numero estimado en 600 firmas.
Se calcula que entre 12.000 y 50.000 reos estaban empleados en estas condiciones, entre presos políticos y comunes.
EFE
Empresas de Alemania Occidental y también extranjeras, como la sueca Ikea, sacaron partido del trabajo forzado de presos políticos y comunes de la extinta República Democrática Alemana (RDA), según el libro presentado hoy por el politólogo alemán Christian Sachse.
El trabajo forzado de los presos estuvo al servicio del entramado económico germano-oriental y fue un "arma de represión política" para la RDA, del que también se benefició sin reparos la industria occidental, afirmó Sachse, ante un público formado parcialmente por exrepresaliados del régimen germanooriental.
"El trabajo forzado no estaba ni está prohibido, ni en la Alemania de entonces ni a escala internacional, pero sí el uso de los presos como trabajadores por el mero provecho económico o como castigo", indicó el investigador.
A esta problemática están consagradas las cerca de 500 páginas de su libro, financiado en parte por el propio fabricante de muebles sueco, que unos años atrás se disculpó por haber recurrido a esta práctica.
Se trata de un proyecto investigador auspiciado por la Unión de Víctimas de la Dictadura Comunista, cuyo propósito no es -según explicitó Sachsen- trazar una "equiparación" con los esclavos que el nazismo entregó a la industria cómplice del Tercer Reich.
"No buscamos un paralelismo entre ambas dictaduras, pero sí documentar el destino de miles de presos políticos, sometidos a régimen de esclavitud en toda la geografía de la RDA", apuntó el autor.
De acuerdo con sus cálculos, en los años 80 el régimen comunista ingresó unos 200 millones de marcos -sobre los 110 millones de euros- fruto de los acuerdos comerciales con empresas occidentales.
Ikea fue uno de los clientes destacados del régimen y ha destinado a la investigación de ese capítulo 120.000 euros, "tras lo cual nos dejó manos absolutamente libres para su elaboración", indicó Sachse.
"Las empresas occidentales que encargaban la producción de sus artículos a la RDA tenían que saber quiénes eran los trabajadores y que estaban presos", apunta el investigador.
Ikea admitió su responsabilidad, en 2012, después de que saltara a los medios que el fabricante sueco había vendido muebles elaborados por los presos del régimen germano-oriental, en su búsqueda de sueldos bajos, como también de Polonia y otros países del este europeo, entonces tras el Telón de Acero.
No fue un caso aislado, sino que se supone que hasta la caída del Muro, en noviembre de 1989, numerosas empresas occidentales hicieron tratos parecidos, entre ellas la cadena de supermercados Aldi y los consorcios industriales Siemens y Krupp.
Junto a esta práctica estaba el asimismo extendido "préstamo" de reos a las empresas de la propia RDA, en un numero estimado en 600 firmas.
Se calcula que entre 12.000 y 50.000 reos estaban empleados en estas condiciones, entre presos políticos y comunes.