Tiendas de heroína operan en casas de Nueva York
Los traficantes de heroína buscan clientes con efectivo listo ``que estarán con ellos hasta que mueran'', dijo Bridget Brennan, fiscal de la Oficina Especial de Narcóticos de la ciudad.
Nueva York
AP
Apenas una semana antes del fallecimiento de Philip Seymour Hoffman, las autoridades encontraron un sofisticado centro de operación y empaque de heroína en un apartamento en el Bronx. En ese entonces, la operación atrajo poca atención pese a que fue un golpe importante.
Ahí, trabajadores con filtros de café, cucharas y balanzas trabajaban afanosamente para romper ladrillos de droga y colocarla en miles de bolsas diminutas estampadas con sellos de ``Cierre del gobierno'' y ``NFL'', en un gesto al Super Bowl.
La incautación de heroína valuada en 8 millones de dólares fue resultado del operativo más reciente contra molinos de la droga escondidos tras la fachada de casas y apartamentos comunes en Nueva York y que las autoridades dicen que son un indicio de la eficiente red de distribución que abastece a gente común de clase media y alta, como Hoffman, el actor ganador de un Oscar.
Los traficantes de heroína buscan clientes con efectivo listo ``que estarán con ellos hasta que mueran'', dijo Bridget Brennan, fiscal de la Oficina Especial de Narcóticos de la ciudad.
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Se siguen haciendo pruebas para tratar de determinar cómo murió Hoffman, pero cuando lo hallaron muerto tenía una jeringa en el brazo y decenas de paquetes de heroína cerca.
No se sabe dónde obtenía la droga, pero el arresto de presuntos traficantes identificados durante la investigación indica que el actor tal vez visitó un departamento en Manhattan donde vivía un vendedor.
No hay evidencia de que la operación del Bronx vendiera heroína a Hoffman, pero desde hace mucho tiempo, Nueva York es conocida como la capital de esta droga, representando hasta 20% de la heroína que la DEA se incauta cada año.
Estos decomisos han crecido 67% en el estado en los últimos cinco años, una tendencia que Brennan atribuye en parte al alto volumen de molinos de heroína invisibles para la mayoría de los neoyorquinos, pero capaces de forjar cientos de miles de paquetes días después de que llega un envío considerablemente grande.
La línea de abasto comienza en México, donde los cárteles trafican heroína producida por colombianos por kilo. Los mayoristas trasladan la droga a Estados Unidos oculta en camiones, por narcotúneles bajo la frontera o pintándola y dándole forma de granos de café para enviarla por paquetería a una dirección en Queens, como se supo hace poco.