CARLOS VALENTI

CARLOS VALENTI

CARLOS VALENTI

Por: José Morales Vásquez [email protected] -

Continuamos trascribiendo de (Aproximación a una biografía) autoría de Walda Valenti.

Carácter del artista

Carlos M. Valenti Perrillat, de escasos cinco o seis años de edad, se distinguió como una criatura sumamente paciente, de frágil salud y carácter suave. Era el preferido de la madre, con la que le uniera lazos de profundo amor, por el desbordado afecto que ella le profesaba. Aún ya crecido, su diminutivo era el de “bebé”, cuando le mencionaba a otras personas. Le orientó en el camino de la rectitud con sentido ético determinado y determinante.

Su primer colegio fue el Villatoro hasta aproximadamente la edad de trece o catorce años. Dicho centro cantaba entonces con capacidad para 120 alumnos. Plantel donde regía estricta disciplina militar, forjadora de rigores y obediencia.

Valenti dejó fama de estudioso. Sobresalió por sus modales correctos y buen comportamiento, mereciendo la medalla de oro al mejor alumno, asimismo otra distinción al ganar un campeonato de fútbol con su equipo. Ya mayor pasó a ser estudiante del Instituto Nacional Central de Varones, entonces Instituto Normal de Varones, hasta obtener su diploma de bachiller. Don Manuel Estrada Cabrera había traído al país varios educadores, entre ellos los pedagogos belgas León y Julio Connerot. Nombró al primero director del Instituto, y al segundo, director de la Escuela Normal de Varones.

El medio guatemalteco de la época era pacato y dominaba la influencia de la religión católica.

Prevalecía la educación formal y escrupulosa, dándose la prioridad a la urbanidad y sus tabúes tantas veces mojigatos. La formación moral era preferenzdirigida por los padres dentro del hogar, aunque con poco o ningún diálogo; más bien se esperaba mutismo y obediencia absoluta de parte de los hijos, privando en tal forma la autocracia paterna. No obstante, en el hogar Valenti-Perrillat, la madre, de refinada educación y pulcros modales, orientaba a los hijos dulcemente, enseñándoles pautas en un trato hogareño, social y estético, pues era dama elegante; motivos característicos del ambiente europeo de aquella familia en cuanto a costumbres y manifestaciones.

Cuando asistía al colegio Villatoro recibía también clases de piano con el distinguido maestro Herculano Alvarado y estudiaba en casa con empeño durante largas horas, mas dejaba escuchar sus adelantos únicamente en el círculo familiar, porque era tímido y no gustaba del elogio (merecido por sus afanes), ni el pregón actitud derivada asimismo de su modestia, cualidad que le caracterizó en toda su vida. Contaba trece años cuando oía los entusiasmos del hermano mayor, Emilio, por su asistencia, con otros jóvenes, a la Academia de Bellas Artes, dirigida por D. Santiago González, escultor y pintor venezolano, contratado por el gobierno de Estrada Cabrera para decorar el Templo a Minerva, por lo cual, uno o dos años después abandono el piano y se inscribió en dicha Academia.

Cabe decir que se aplicó en ella tanto, que el propio D. Santiago se maravilló de su disposición para el dibujo y luego, el alumno resultó mejor dibujante que el maestro, como puede apreciarse en los diseños guardados por la familia del doctor Manuel Morales, que en vida siempre estuvo dispuesto a mostrarlos gentilmente. En ellos se admira gran delicadeza y nitidez de línea. Don Santiago fue su profesor hasta 1909, cuando se retiró de sus actividades docentes y falleció, causando en el joven Valenti un doloroso impacto.

Adolescencia

Bajo la dictadura de Estrada Cabrera, el medio artístico era inmutable a principios de siglo. No obstante, se recibían del exterior algunas publicaciones y revistas, como: Le Mercure, Juan Blas, El Fígaro Literario, Le Petit Journal Illustré, La Presse Médicale, de Francia; El Estudio, una publicación bilingüe –inglés-español- e ilustrada con lo último en bellas artes y artes plásticas.

Naturalmente, fuera de tales esporádicos contactos con el extranjero, que llegaban bien atrasados a Guatemala, poco o casi nada era conocido en cuanto a los movimientos relativos que estaban agitando en Europa en el mundo de las artes. En ese tiempo, entre 1905 y 1906, cuando el grupo de amigos, alumnos de D. Santiago González, sensibles al arte y ya con ímpetu hacia un cambio se encuentran con un señor llamado Jaime Sabartés, venido de Barcelona a trabajar al lado de un tío suyo, D. Francisco Gual, que no teniendo herederos, pensó que este joven de veintiocho años podría serle de alguna utilidad, llevándole al negocio de ultramarinos situado en el entonces Portal llamado “El Tigre”, sobre la plaza central.

Continúa.

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