¡Los consejos no escuchados del papa!

¡Los consejos no escuchados del papa!

¡Los consejos no escuchados del papa!

Por: Juan Pritsiolas Crítica -

Ricardo De La Espriella fue el presidente que recibió al único papa que ha pisado y besado el suelo de Panamá. El 5 de marzo de 1983 estuvo en el aeropuerto de Tocumen para la llegada del hoy santo Juan Pablo II. El sumo pontífice aconsejó a los civiles y militares sobre la necesidad de democratizar al país, pero sus recomendaciones cayeron en saco roto.

Hoy, casi 36 años después, se repite la historia. A las 4:30 p.m. debe arribar otro vicario de Cristo: el papa Francisco. De La Espriella tenía en ese entonces 48 años y medio; Juan Pablo, 63 años, y Jorge Mario Bergoglio, 82.

De La Espriella retrocedió en el tiempo y le dijo a “Crítica” que Juan Pablo II “irradiaba santidad y simpatía, era sencillo, sincero”… el calor de marzo “lo mataba”.

El exmandatario recordó que el papa venía caliente por unos incidentes con el gobierno sandinista.

Karol Wojtyla en su natal Polonia vivió bajo el duro comunismo soviético. Cuando llegó a Managua había un gran letrero: “Bienvenido a la Nicaragua libre, gracias a Dios y a la revolución".

El ambiente era tenso, Juan Pablo II saludaba al Gabinete de Daniel Ortega, pero cuando llegó ante el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, quien era entonces el ministro de Cultura, el sandinista se quitó su gorra, hincó una rodilla en el suelo e intentó besar en anillo del sumo pontífice, pero este airado se retiró y lo señaló con el índice de la mano derecha para advertirle que antes de impartirle una bendición, tenía que reconciliarse con la Iglesia”.

Una multitud sandinista sorprendida por un fuerte discurso de Juan Pablo II empezó a gritar consignas: “entre cristianismo y revolución no hay contradicción”. El papa utilizó en su sermón el pasaje del Evangelio de Juan: “Cuídense de los falsos profetas. Se presentan con piel de cordero, pero por dentro son lobos feroces”.

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Con ese antecedente, el papa llegó al día siguiente a Panamá. Venía aprensivo, porque aquí había un gobierno controlado por los militares, explicó el expresidente Ricardo De La Espriella.

Poco a poco, Juan Pablo II observó que el recibimiento era distinto en Panamá y se sintió halagado. Recorrió en el papamóvil toda la vía España, estuvo en la Catedral, ofició una misa campal en Albrook donde no cabía ni un alfiler.

Ricardo De La Espriella reveló que un almuerzo en la Nunciatura lo preparó Ángel Martínez, el dueño del restaurante Casa Ángel, quien conserva en su negocio una foto con el santo padre.

Luego en el Palacio de las Garzas, el papa tuvo un aparte con De La Espriella y expresó interés en la política panameña y esa dualidad de gobierno civil supeditado a los militares. Su recomendación fue que las elecciones de mayo de 1984 fueran lo más transparentes posible.

El exgobernante reveló que el papa se entrevistó seguido con el Estado Mayor de la Guardia Nacional que entonces incluía, entre otros, a Rubén Darío Paredes, Manuel Antonio Noriega y Roberto Díaz Herrera, a quienes les planteó que Panamá debería entrar a su cauce democrático.

Ricardo De La Espriella fue removido por los militares el 13 de febrero de 1984, tres meses antes de las elecciones y 11 meses después de la visita papal. La Guardia Nacional lo acusaba de estar “comprometido” con el caudillo panameñista Arnulfo Arias, con quien el inquilino de Las Garzas mantenía una buena amistad, según confió el propio exjefe del Ejecutivo.

Los consejos del papa cayeron en oídos sordos y hasta se incumplió una instrucción del general Omar Torrijos de replegarse a los cuarteles. El comandante me llegó a expresar en una ocasión que habría que reconocer el triunfo de Arnulfo en las próximas elecciones, aun si eso significaba irse a vivir en el exilio, afirmó el exgobernante.

Con Juan Pablo, el exmandatario De La Espriella intercambió obsequios; el sumo pontífice le regaló un rosario y un medallón; él le correspondió con un libro sobre la antigua Roma.

De La Espriella tuvo después dos oportunidades más de ver al ahora papa santo. Lo recibió en Roma junto a su familia y luego –por cortesía del gobierno del mandatario Martín Torrijos- lo vio muerto al asistir a sus honras fúnebres, el 8 de abril de 2005. Es la ley de la vida estar aquí hoy y mañana no, pero fue duro para mí ese momento… me afectó emocionalmente.

El exmandatario reconoce que la visita de un papa cambia e impacta momentáneamente en la gente, pero el hombre olvida muy rápido, después todo se diluye y nos ocupamos de otros asuntos como la política.

Cuando se le preguntó a De La Espriella si hubo alguna cortesía para invitarlo a los actos en torno a la visita de Francisco, el expresidente mostró una sonrisa y expresó que no. Ha pasado mucho tiempo, muchos piensan que ni existo. No es el momento mío… es el momento de otros, concluyó.

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