Parche o reforma integral del Estado

Parche o reforma integral del Estado

Parche o reforma integral del Estado

Por: Por: José Raúl Mulino Q. Exministro de Seguridad -

Dedico mi artículo de hoy a resaltar mi preocupación respecto a la propuesta de reforma constitucional que impulsa la Cámara de Comercio, puntualmente sobre temas inherentes a la justicia y, presumo yo, que bajo el método de dos Asambleas distintas, ensayado antes sobre temas de interés nacional. Respeto y mucho a la Cámara, por lo que estas opiniones son a manera de reflexión política.

El quebrantamiento de la institucionalidad en 1968 nos produjo el golpe militar y 21 años de dictadura. En todo ese tiempo, el país tuvo una nueva Constitución con nombre propio (Torrijos Art. 277) que resumió en ella las facultades fundamentales de un real Estado de derecho.

Se elaboró esa Constitución a imagen y semejanza de las necesidades políticas del "proceso" y tuvimos una variedad de presidentes de a dedo unos y bajo el formato de elecciones otros, pero siempre un jefe de la Guardia Nacional primero, Fuerzas de Defensa después, que los manejaba en "armónica colaboración".

Durante todos esos años, hasta aquel junio de 1987, el país funcionó en la esfera económica sin mayores contratiempos y los gremios alternaban con el poder como fórmula para mantener "el clima propicio para las inversiones". Otro país entonces. En lo político era obvio lo que pasaba, pero nadie veía el final cerca.

Cuando fueron cayendo las caretas, las cosas fueron cambiando. Los asesinatos de Serafín Mitrotti, que dirigía la campaña pro valores cívicos y morales de los clubes cívicos, y el de Hugo Spadafora Franco fueron ya alarmas inevitables del principio del final unido a todo lo demás que conocemos. Desde mucho antes de todo esto, existieron voces que clamaron por democracia y otras que, en adición, clamaban por una constituyente para reformar el Estado.

Muchos fueron exiliados, otros arrestados y otros asesinados. El deterioro es histórico y nos llevó a la invasión y, por razones que viví en primera fila, no se reformó el Estado y continuamos con la Constitución de 1972 y sus reformas "puntuales", para usar el término de moda.

El país no está como está por causa de no contar en la Constitución con las normas sugeridas por la Cámara, que no niego su importancia. Tampoco pasa lo que pasa porque lo dicta la Constitución vigente. La justicia selectiva y manipulada no la dicta la Constitución, pero es una realidad. Es el sistema como un todo el que colapsó y enfrentar esa realidad es la obligación de todos.

Sin embargo, me llama la atención el riesgo de la aventura en tiempos electorales y críticos. La actual Asamblea, descalificada por corrupta por los gremios y grupos de toda índole por sus actuaciones, es la que deberá atender esas sugerencias. ¿Cómo es mala como Asamblea e idónea para producir reformas? El método que se intuye es el de "dos Asambleas distintas", es decir, la actual y la del 2019 que, salvo milagro de por medio, será casi igual.

¿Dónde se ubicará la mayoría? Ese método no va a referéndum popular, por lo que las mayorías legislativas de hoy y de mañana pueden decidir sobre las "reformas puntuales" y sus seguras añadiduras, que las habrá. No habrá consulta popular en un tema que quién sabe qué contenga al final. Se dejan por fuera asuntos vitales que bien deben ser considerados integralmente. Entre otros temas, me preocupa el Título del Canal, gran consenso nacional logrado y que puede ser la primera víctima de este "esfuerzo" a destiempo.

El actual mandatario y su liderazgo están en total agotamiento. Un esfuerzo reformatorio debe tener en el presidente de la República un líder, no un jefe saliente y sin poder, máxime cuando es casi seguro un cambio político el otro año. Mucho riesgo y demasiada tensión para el ya de por si tenso ambiente nacional. Abrir ese proceso ahora es imprudente y riesgoso. Reitero, no dudo de la buena fe, pero si preocupa lo que puede pasar y en eso la Cámara no juega papel más allá que su influencia de opinión, pero no en la toma de decisiones políticas, que es de lo que se tratará si esto avanza. La reforma la decidirán las bancadas, nadie más.

Es valorable la preocupación. Sin embargo, es imprudente, en mi humilde opinión, ensayar eso en este momento político. Por la reunión que se dio en su sede la semana pasada, no observé ninguna aproximación a nada de boca de los que aspiran a presidir el país. Lo que sí es notorio es su dependencia a las fuerzas legislativas que articularon sus respectivos triunfos. He sido insistente en el tema de la constituyente como método para reformar el Estado e insistiré en ello.

El país no puede estar peor respecto de sus instituciones y la credibilidad de las mismas. Los índices económicos y las valoraciones desde afuera no son halagadoras por lo que no es cierto que una constituyente viene a alterar nada más de lo que ya está colapsado. Mejor aún, sitúa fuera de la Asamblea actual y venidera esa discusión, ya que recaería en el poder constituyente que se elegiría por votación popular directa. Siento que el país lo requiere mientras el nuevo gobierno hace esfuerzos para sacar del hueco al país en el cual lo metió la ineptitud de Varela y su equipo. Si el próximo quinquenio fracasa, estaremos a las puertas de otra Venezuela y ya se asoma el nuevo Chávez por allí con todo lo que ello puede significar si seguimos postergando la refundación de las instituciones. Espero no caigan en oídos sordos estas reflexiones. Las hago de la mejor buena fe.

Mientras, el reloj sigue su marcha y cada día que pasa es uno menos de todos ellos allá.

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