UNA DECISIÓN ACERTADA

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Me uno a todas aquellas voces y expresiones de reconocimiento y felicitación a los recién designados Dr. Ricaurte Vásquez e Ing. Ilya Espino de Marotta, como los nuevos administrador y subadministradora de la Autoridad del Canal de Panamá, respectivamente. La elección, de forma unánime, se llevó a cabo el pasado viernes por parte de la junta directiva del Canal de Panamá.

No hay duda alguna que la decisión tomada por la junta directiva del Canal fue la más acertada, porque se trata de dos profesionales con experiencia, capacidad, vocación de servicio y, sobre todo, conocedores de la vía acuática. Por un lado, el Dr. Vásquez ejerció en otrora el cargo de subadministrador del Canal y encargado de las finanzas de la vía marítima, asimismo, fue también ministro de Planificación y de Hacienda y Tesoro. Por su parte, Ilya Espino de Marotta cuenta con 30 años de experiencia en la vía interoceánica, destacándose en gran escala durante la construcción de las nuevas esclusas.

No tengo la menor duda que quien resultó ganador con esta escogencia ha sido Panamá, porque ambas personalidades del mundo marítimo han demostrado en su trayectoria profesional ser personas probas, con alto estándar de transparencia y capacidad en el manejo no solo del área del transporte marítimo, sino también en el campo de las finanzas del marco económico y presupuestario que necesita toda entidad sea pública o privada.

No voy a mentirles, sentí preocupación cuando se anunció que se estaría seleccionando al nuevo administrador del Canal y solo rogué a Dios que le diera sabiduría a los miembros de la junta directiva de la vía acuática para que hicieran la mejor selección con miras al fortalecimiento de la administración del Canal, hoy, una de las empresas más eficientes y rentables no solo de la región sino del mundo.

Como en estos últimos años hemos vivido una trayectoria llena de intrigas, amenazas, persecución y de gran desconfianza en las autoridades locales, les soy sincero, temía que la mano que mece la cuna interfiriera en los asuntos internos de la ACP y que se escogiera a un administrador que solo respondiera a requerimientos de un poder económico o político de país. Sin embargo, al darse a conocer a los seleccionados, un alivio llegó no solo a mí, estoy seguro que a miles de panameños que estábamos anuentes a quién sería el que manejaría el futuro del Canal.

Todos sabemos que el principal patrimonio de la nación panameña es el Canal interoceánico, por lo tanto hay que mantener a esta entidad insigne, alejada de toda la política partidista, que el flagelo de la contaminación partidaria no toque las puertas de la administración, aunque sabemos que eso es difícil hasta cuando se logre cambiar la metodología o el orden constitucional en la escogencia de los miembros de la ACP.

Esta preocupación indudablemente es la que han expresado diversos sectores de la sociedad panameña que públicamente rechazan, con justa razón, que el Ejecutivo haya nombrado para su ratificación en la Asamblea Nacional a tres funcionarios, personas consideradas de su círculo cero. La ACP no necesita ni políticos ni empresarios que vean en esta entidad un lugar para hacer negocios particulares y menos familiares. Hay que respetar la institucionalidad en el sector público y rescatar los valores que han sido lapidados por una clase política que solo vela por sus intereses.

No me canso de decirlo, que por esta y otras razones es que no podemos repetir la amarga experiencia que hoy vivimos. El luto, el dolor y la falta de oportunidades para que el panameño vuelva a tener fe y esperanza en su futuro, es lo que ha prevalecido en estos cinco años. No se puede volver a lo mismo porque este pueblo no soporta un año más de incertidumbre, hambre, miedo a carcelazos por odios y revanchismos.

Necesitamos paz, tranquilidad, un país donde predomine la reconciliación entre cada panameño, que la felicidad de la familia vuelva a sentirse en cada hogar. El ejemplo que dio la junta directiva de la ACP en escoger al nuevo administrador y subadministrador del Canal, es una señal de que, cuando hay voluntad y se colocan los intereses de la nación por encima de todo, las cosas en Panamá se pueden hacer bien, al estilo panameño.

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