Antes y después de la boda

Por: Hermano Pablo -

Iba a ser una boda magnífica, digna de celebrarse en la más alta esfera de la sociedad de Liberia, con todas las de la ley. La novia estaba vestida de los colores brillantes típicos de un traje de novia africano, y el novio se veía elegante con su traje recién planchado y almidonado.

Por fin, llegó la hora y el ministro comenzó la ceremonia como de costumbre. Pero fue entonces cuando ocurrió lo inesperado. La decepcionada examante del novio y los hermanos de ella lo echaron todo a perder.

Resulta que la susodicha había estado viviendo con el novio durante los últimos nueve años y ahora estaba embarazada. No había duda de lo enojada que estaba, porque él la había dejado plantada por esta otra chica impertinente. Así que se había traído a sus hermanos, quienes a su vez habían traído granadas de mano.

Hay una analogía que fácilmente podríamos pasar por alto entre los acontecimientos anteriores y posteriores a la boda proyectada. Tanto el novio como los invitados actuaron de un modo contrario a lo concebido por Dios. Pues Dios jamás concibió que un novio tuviera relaciones sexuales con su novia, y menos con una amante, antes de casarse. Y tampoco concibió que se festejara una boda que ni debió haberse celebrado. De modo que el novio, antes de la boda, y los invitados, después, explotaron algo insuperable que es puro y agrada a Dios, pero que en ocasiones impropias es impuro y ofende la sensibilidad divina. Ambos tergiversaron un concepto justo. Ambos trivializaron un acto solemne. Ambos rebajaron la categoría de una celebración decorosa. Ambos le restaron importancia a una unión trascendental. Ambos trataron de modo superficial una experiencia incomparable. Y todo porque ambos, tanto el novio como los invitados,

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