Opinión - 31/1/14 - 01:53 AM

Asesino

Como en otras ocasiones la noticia no era precisa. Decía que el joven de veintiún años había asesinado a dieciocho personas. En otra se leía que

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Milciades Ortiz / Milciades Ortiz

Como en otras ocasiones la noticia no era precisa. Decía que el joven de veintiún años había asesinado a dieciocho personas. En otra se leía que fueron... solamente doce. Todo se hizo público porque el sujeto que estaba detenido en el interior se había fugado. Días después fue capturado. Realmente no importa si ese asesino múltiple mató a doce o dieciocho personas en su corta vida. Para la sociedad eran de importancia otros hechos.

Por ejemplo ¿por qué pudo eliminar a tantas personas antes que lo arrestaran? Allí estaba un ejemplo de fallas del sistema judicial. Si hubieran hecho bien las averiguaciones, ese sujeto debió ser arrestado antes que siguiera con su matanza. No es excusa que fuera un experto “sicario”, o que se burló de la justicia por maquinaciones legalistas. Algo debe funcionar en las instituciones de investigación.

No es lógico que un sujeto de tan corta edad haya asesinado tantas personas y no fuera arrestado. Hay que agregar que un maleante de tal peligrosidad debería estar encerrado en una cárcel de máxima seguridad, y no en una poco segura del interior. Es lamentable que la noticia no fuera causa de análisis profundos de expertos en la materia. La pregunta es ¿cuántos otros casos parecidos existirán en el país? Recuerdo que leí hace años que un chiquillo había matado a ocho y por ser menor (¿?) gozaba de ciertos privilegios.

Aquí entra en el análisis eso de tratar a los menores como adultos, cuando cometen delitos... ¡de adultos! En otros países donde existe la medida, nadie piensa que se está violando los derechos de un menor. Un argumento es que la niñez, adolescencia y adultez no se pueden medir ahora por la edad. En este mundo “acelerado”, los niños se hacen adultos con rapidez. Tampoco vale eso que “no sabían lo que hacían los pobrecitos...”.

Experiencias mundiales indican que el aumento de pena por lo general no frena la delincuencia. Ni siquiera la temible “pena de muerte”. De poco valdrá un castigo severo, si no hay acciones para evitar los delitos. No se puede echar la culpa a la pobreza y falta de oportunidades. Pero hay la influencia de la maldad que viene del extranjero. ¿Entonces?


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