Caballeros andantes (de nuestro tiempo)

Por: -

José Carlos Gª Fajardo

Centro de Colaboraciones Solidarias

En una conocida leyenda medieval, cuando el rey Arturo armaba caballeros les cruzaba los hombros con su espada y, consciente de la responsabilidad que les encomendaba, decía a cada uno: "¡Llevad, Señor, si podéis, tanto honor y tanta gloria como os deseo!" Después, podían sentarse a la Mesa Redonda sobre la que reposaban las espadas sin distinciones jerárquicas. Tan solo Excalibur destacaba por la responsabilidad acumulada, pues, quien debía empuñarla, era consciente de que sus hombros cargaban con las fuerzas y flaquezas de todos los caballeros. No es otra cosa el cargo, sino la carga asumida de mantener la mirada al frente, bien apoyados los pies en la tierra, con el corazón a la escucha y los brazos abiertos para acoger sin prejuicios a las gentes del camino.

Si dijera que ahora ya no son tiempos de héroes ni de santos, de sabios ni de caballeros, arrumbados todos por la eficacia de los ejecutivos y de los mercaderes que han hecho del mundo una inmensa almoneda en la que todo tuviera un precio. Pero no es el sentido de un vivir con dignidad acumular poder, riquezas o fama, sino tomar conciencia de que solo merece tal nombre un vivir que tienda hacia la plenitud en abrazo solidario con las demás personas. Nadie puede ser feliz a solas, y el fundamental quehacer es activar la conciencia de libertad para ejercer el derecho a la vida y a la búsqueda de la felicidad.

Los voluntarios sociales son los caballeros andantes de nuestro tiempo. Como Quijotes de bondad y transparencia en cuya "locura" asumen la causa de los más débiles, denuncian las estructuras de poder injustas, se ponen en camino y se saben responsables solidarios que no hallarán descanso mientras exista una sola persona o comunidad explotada, marginada o ignorada.

Si hago silencio, reflexiono y extiendo la mirada, me sería difícil encontrar personas más admirables, más amables y más entregadas a los demás. Estas personas son las que nos animan a seguir en la lucha. Estos vigilantes que permanecen alerta y por los que, en palabras del escritor francés Saint Exupéry, reposa la ciudad.

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