‘Cuando creías que yo no te observaba’
Cuando creías que yo no te observaba, te vi pegar mi dibujo en la nevera; y en seguida quise hacer otro dibujo que fuera
Cuando creías que yo no te observaba,
te vi pegar mi dibujo en la nevera;
y en seguida quise hacer otro dibujo
que fuera también motivo de tu orgullo.
Cuando creías que yo no te observaba,
me besaste por la noche en la mejilla;
y me sentí bien amada y muy querida,
siempre confiada, segura y protegida.
Cuando creías que yo no te observaba,
vi las lágrimas correr por tus mejillas;
y aprendí que, aunque la vida nos golpea,
el llanto pudiera ser nuestro consuelo.
Cuando creías que yo no te observaba,
vi en tus labios dibujarse una sonrisa;
y resolví que yo también me esforzaría
por ser bella de semblante y expresiva.
Cuando creías que yo no te observaba,
vi que yo era para ti muy importante,
y quise llegar adonde yo pudiera
a fin de que tus sueños se cumplieran.
Cuando creías que yo no te observaba,
te comprendí y por eso quise darte
¡gracias eternas por todo lo que hiciste,
cuando creías que yo no te observaba!
Estas palabras de aliento, escritas originalmente en inglés por Mary Rita Schilke Korzan para su querida madre, las hemos adaptado y versificado a fin de que nos sirvan de reflexión sobre la gran importancia del ejemplo que les damos a nuestros hijos... incluso cuando pensamos que no nos están haciendo caso. Lo cierto es que, a diferencia de lo que pensamos muchos padres frustrados, nuestros hijos no solo nos observan cuando les damos mal ejemplo. Nos observan también cuando el ejemplo que les damos es bueno.
Y así como ninguna obra buena que hagamos escapa a la vista de nuestros hijos, tampoco escapa a la vista de Dios. Bien nos advierte el sabio Salomón: «Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos». Pues, como afirma el escritor del libro a los Hebreos: «Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas».
Sin embargo, Dios no ve solamente lo malo que hacemos; también ve lo bueno. De modo que con mayor razón debemos esforzarnos por seguir este consejo de San Pablo: «No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe».