Opinión - 08/9/13 - 01:06 AM

¡Cuántas oportunidades perdidas!

Hay un llanto sordo en el alma que se activa cuando uno recuerda la cantidad de oportunidades que se esfumaron por no captar la riqueza de un

Por: -

Rómulo Emiliani / Rómulo Emiliani

Hay un llanto sordo en el alma que se activa cuando uno recuerda la cantidad de oportunidades que se esfumaron por no captar la riqueza de un “presente” que vino de lo alto. Era el escalón que había que subir para conseguir aquello que habíamos anhelado. Estábamos distraídos o no valoramos el hecho, el trampolín que nos hubiera lanzado a una mayor superación en cualquier campo de la vida. Después exclamamos: “Si yo hubiera sabido; si hubiera aprovechado el momento; si lo hubiera pensado mejor”.

Esto nos pasa por no estar viviendo “el presente”, por no estar alertas y no tener conciencia de que la vida aparece luminosa en ocasiones como el sol cuando viene entre las nubes y luego vuelve a ocultarse. Cuántos momentos plenos perdidos, abrazos que quedaron en el aire congelados, relaciones rotas, contactos con la divinidad difuminados, decisiones que no se dieron y nos dejaron inmóviles en el andén “sin tomar el tren de las oportunidades” y así nos quedamos inmóviles mientras la historia siguió su marcha. Hay una historia de vacíos en nuestra vida que no se podrán llenar jamás por no aprovechar las oportunidades.

Un “no” dicho a tiempo que nunca se pronunció y nos involucró en acciones que deterioraron nuestra integridad como personas; el “sí “que jamás se dijo con valentía y que por obedecer al dantesco miedo al compromiso nos dejó mediocremente camuflados en el anonimato; la acción que nunca se realizó dejando un proyecto a medio hacer y por lo tanto no cumplido; el tiempo no aprovechado para terminar una carrera o santificarnos siendo solidarios; la historia nuestra, algunas veces, da vergüenza, por estar fundamentada en el gravísimo pecado de omisión que deja una fea mancha gris, como un brochazo indefinido que apaga el brillo de los otros colores y nos hace simplemente seres opacos. De hecho, el Señor nos creó para que fuéramos como estrellas que destellaran luz en el firmamento, y no como simples meteoritos que pasan sin dejar estela alguna luminosa.


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