CUARTILLAS
Catedrático
Por: Milcíades Ortiz -
Tenía tiempo que no visitaba a los más pobres de los pobres en el parque de Los Aburridos. El expescador de Puerto Caimito, conocido como el “gordo Tamboril”, gritó: “Señor periodista, diga que hay que cerrar la Asamblea para que este país se arregle”. Indicó el “flaco Cojinoa” que los diputados solamente se la pasan peleando para seguir en la papa y no les importa solucionar los problemas de los pobres. La reina de las hojaldres, conocida como “La Panga”, dijo que todo está caro y por eso sus hojaldres cada vez son más chicas, y la gente se molesta.
Mi mente se fue por el “túnel del tiempo”. Recordé que hace años un abogado muy serio me comentó que ya en Panamá estaban hechas todas las leyes para que el país funcionara bien. Dejé que los más “pobres de los pobres” criticaran al gobierno. Me puse a pensar en las ventajas que tendría el país con una Asamblea cerrada. Lo primero eran los edificios. Allí instalarían salones para los niños que tienen problemas con sus escuelas que se están cayendo. El problema era quitarle el sueldo a los diputados, sus suplentes y todo lo demás. Así que la solución era dejarles el sueldo, pero mandarlos a trabajar en actividades sociales necesarias en toda la nación.
Imagínese a un honorable recogiendo basura en las playas o a otro cortando el monte cerca a escuelas y hospitales. Los más leídos irían a dictar clases especiales en las “escuelas rancho”. Salí de ese pensamiento cuando “Tamboril”, riéndose, manifestó que hasta inventaron un golpe de Estado para justificar la “cambiadera” de diputados. Sostuvo “La Panga” que había que aceptar que el gobierno desbarató la huelga de los buseros. A los indios de la hidroeléctrica los tiene enredados echándoles varios cuentos. “Ojalá pusiera más empeño en bajar el costo de la vida y evitar los secuestros “exprés”. Me fui de allí creyendo que algunas ideas de los pobres hay que tomarlas en cuenta para arreglar este país.