Opinión - 13/12/13 - 01:17 AM

Desafíos de los voluntariados sociales

La pobreza es el mayor estigma de la humanidad. Y cuando casi nos habíamos acostumbrado, no sin dolor ni sin ira, a convivir con los pobres, surgió

Por: -

José García Fajardo / José García Fajardo

La pobreza es el mayor estigma de la humanidad. Y cuando casi nos habíamos acostumbrado, no sin dolor ni sin ira, a convivir con los pobres, surgió en las últimas décadas el concepto de los excluidos. Aquellos que no sabían que eran pobres ni tan siquiera que eran seres humanos. En menos de una década ha surgido una nueva figura, la del perdedor radical.

El perdedor radical es un hombre al borde del precipicio, su vida no vale nada porque se siente desposeído de una pretendida superioridad ancestral, cuya razón no comprende. Es una bomba humana que puede estallar en un acceso de locura destructiva.

A diferencia del fracasado, al que solo le queda resignarse y claudicar; o de la víctima que reclama satisfacción, el perdedor radical se aparta de los demás, se vuelve invisible, alimenta su quimera, concentra sus frágiles energías y aguarda su hora. Sufre, pierde el sentido de la realidad y se siente incomprendido y amenazado. Mientras está solo es un durmiente.

Porque estamos con los pobres contra la pobreza, la lucha contra el hambre y la injusticia es el mandato más urgente de la vida. Hay una forma de respuesta desde el voluntariado social al servicio de los más débiles y marginados.

El voluntario social rescata mi propia autoestima, rediseña mi rostro humano, despliega las fibras anquilosadas de mi pereza, me inserta en la dinámica social, me hace cercano a las multitudes empobrecidas. Ser voluntario es saberse solidario, alzarse con pasión frente a la injusticia y aportar propuestas alternativas.


EDICIÓN IMPRESA

Portada Diario Crítica

 taboola sidebar con csss

 


 

Taboola Side bar