Despilfarrar alimentos
Las fiestas navideñas son el último ejemplo del ritual de las reuniones familiares alrededor de una mesa: comida para dar y regalar, para alimentar a un ejército,
Las fiestas navideñas son el último ejemplo del ritual de las reuniones familiares alrededor de una mesa: comida para dar y regalar, para alimentar a un ejército, para hartarse al poco de empezar y, en definitiva, para sufrir una indigestión como excusa para el encuentro, la conversación y la alegría.
Si fuésemos conscientes de que una de cada ocho personas en el mundo pasa hambre, según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y de que más de nueve millones de personas mueren cada año por causas relacionadas con ella, lo que equivale a 25,000 cada día, 17 cada minuto… nuestro consumo de comida a lo largo del año estaría más acorde con las necesidades reales que con las celebraciones especiales.
En la actualidad hay 842 millones de personas, principalmente de África y Asia, que sufren la falta de alimentos. En los últimos 25 años la cifra de personas afectadas por el hambre se ha reducido en casi 100 millones de personas, por lo que hay signos esperanzadores de que un mayor esfuerzo colectivo permita rebajar aún más la tasa de la población mundial que pasa hambre, tal y como persigue el Objetivo del Milenio en 2015.
Según la FAO, el desperdicio de alimentos en el mundo asciende a 1,300 millones de toneladas al año, lo que representa un tercio de la producción mundial para el consumo humano.
Nuestra actitud con los alimentos los 365 días del año es una parte importante de la solución al problema del hambre en el mundo y por eso no hay tiempo que perder en ponerla en práctica.