El poder no es eterno

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El bochornoso espectáculo de un alto funcionario de la Secretaría de Metas, que en estado de ebriedad insultó a unidades policiales del Servicio de Protección Institucional (SPI), demuestra la prepotencia del poder, cuando se ejerce irresponsablemente.

El sujeto circulaba en un vehículo oficial, con luces de escolta y al ser retenido se deshizo en improperios contra las unidades del orden público, en lo que constituye un evidente abuso, que incluso puede ser constitutivo de delito.

Esto es así porque el último inciso del artículo 140 del Código Penal panameño, habla de amenazas, reales, tangibles y comprobables a los funcionarios de los estamentos de seguridad, en el ejercicio de sus funciones, como es el caso que nos ocupa.

Lo cierto es que al margen de las implicaciones legales de tal conducta en un servidor público, la misma es el reflejo de la deformación burocrática, en que quedan incursos, quienes creen que los cargos públicos son para eterno usufructo.

Los funcionarios, cualquiera que sea su nivel, deben entender que son servidores de los ciudadanos y que tanto su conducta pública como privada, debe ser el reflejo de esa vocación de servicio, por lo que consideramos que ha sido una acertada y oportuna decisión de la autoridad nominadora el destituirlo, para que tanto él y otros recuerden que el poder no es eterno y que tendrán que rendir cuentas de su conducta.

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