Entremos en el reino de Dios

Se sabe que la frase «Ha llegado a vosotros el Reino de Dios» es el corazón de la predicación de Jesús y la premisa implícita de toda

Leer Lc. 10, 1-12. 17-20 /

Se sabe que la frase «Ha llegado a vosotros el Reino de Dios» es el corazón de la predicación de Jesús y la premisa implícita de toda su enseñanza.

En la predicación de Jesús, la venida del Reino de Dios indica que, enviando en el mundo a Su Hijo, Dios ha decidido –por así decirlo- tomar personalmente en su mano la suerte del mundo, comprometerse con él, actuar desde su interior.

«La enseñanza de Jesús no es una ética para aquellos que esperan un rápido fin del mundo, sino para aquellos que han experimentado el fin de este mundo y la llegada en él del Reino de Dios: para aquellos que saben que "las cosas viejas han pasado" y el mundo se ha convertido en una "nueva creación", dado que Dios ha venido como rey». Con Jesús, el Reino de Dios ya no es algo solo «inminente», sino presente.

Ha sonado la hora decisiva de la historia, ahora es el momento de tomar la decisión que salva; el banquete está preparado: rechazar entrar porque se acaba de tomar esposa o se acaba de comprar un par de bueyes o por otro motivo, significa estar excluidos para siempre y ver el propio lugar ocupado por otros.

Lo que Jesús decía a sus contemporáneos sirve también para nosotros hoy. Ese «ahora» y «hoy» permanecerá invariable hasta el fin del mundo (Hb 3,13). Esto significa que la persona que escucha hoy, tal vez por casualidad, la palabra de Cristo: «El tiempo de Dios se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15), se encuentra ante la misma elección que aquellos que la escuchaban hace dos mil años en una aldea de Galilea: o creer y entrar en el Reino, o rechazar creer y quedarse fuera.

El Reino de Dios era tan importante para Jesús, que nos enseñó a orar cada día por su venida. Nos dirigimos a Dios diciendo: «Venga tu Reino»; pero también Dios se dirige a nosotros y dice por boca de Jesús: «El Reino de Dios ha venido entre vosotros; no esperéis, ¡entrad en él!».



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