Ética
Casi todos los días escuchamos a ciertos personajes hablar de su honra y sus valores, sobre todo cuando se les hace un señalamiento, lo que puede causar
Casi todos los días escuchamos a ciertos personajes hablar de su honra y sus valores, sobre todo cuando se les hace un señalamiento, lo que puede causar hilaridad a algunos que les conocen perfectamente.
Ellos tienen el privilegio de pertenecer a cierto grupo que concurre a los medios de comunicación de la oposición para lanzar sus ataques con el solo propósito de buscar la confrontación.
Estos individuos parecen haberse extraviado porque no se dan cuenta de que ahora se lucha por asuntos como la equidad y la preservación del medioambiente.
El escritor irlandés James Joyce hizo un retrato muy acertado de este grupo al señalar que se la pasa cuidándose del “qué dirán”, tal como ahora hacen nuestros pequeños burgueses.
En su colección de relatos Dublineses, Joyce los califica de una clase sin heroísmo, vencida y entregada a una supina actitud aduladora de las acciones de los poderosos, quienes los utilizan para lograr sus propósitos.
Ellos nunca estarán en medio de jornadas de lucha y sacrificios, sino en los salones de la élite vistiendo ropa lujosa, imitando las actitudes de los ricos, haciendo ver que pertenecen a una casta privilegiada, cuando en realidad son sus servidores.
Son incapaces de entender que el gobierno lucha por la eliminación de la pobreza en el país, mientras ellos en su obnubilación megalómana se lanzan al ataque de un presidente sin tener la más mínima moral.
Sobre esta casta, el intelectual Humberto Ricord ha dicho, como ejemplo, que el movimiento de la juventud de 1947 fue entregado a los militares de la época por la pequeña burguesía criolla.
Lo cierto es que el público no puede entender a unas figuras que nacieron al calor de una política de beneficios personales y de alianzas coyunturales que nada tienen que ver con el pueblo.