Felices los que crean sin haber visto
Tomás es como cualquiera de nosotros en esta cultura “científica”, en la que sin evidencias y pruebas, nada se acepta. “Si no veo en sus manos la
Tomás es como cualquiera de nosotros en esta cultura “científica”, en la que sin evidencias y pruebas, nada se acepta. “Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos y la mano por su costado, no creeré”, Juan 2,25.
María Santísima es el otro extremo: es el ejemplo supremo de creer sin ver, ya que siempre mantuvo su fe en la resurrección de su Hijo y no necesitó de apariciones para tener la certeza de que el Poder de Dios no tiene límites, de que la vida es más fuerte que la muerte, de que el cielo vence al infierno, de que Dios destruirá los poderes de Satanás. María representa en la historia a los hombres y mujeres que producen, mueven y transforman acontecimientos, porque sin ver creyeron que era posible algo nuevo, positivo, capaz de hacer de este mundo algo diferente, más humano, más divino.
Creer sin ver, sentir en el fondo del alma que aquello vendrá, que con Dios es posible, que con perseverancia, con paciencia y con la certeza interior de que lo bueno tiene suceder, es un don del Espíritu que nos “hace mover montañas” y produce en la historia grandes acontecimientos que transforman el mundo. Y la Iglesia nace de un acto de fe en la resurrección de Cristo y que con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés detonó un movimiento histórico en el que millones de hombres y mujeres se lanzaron a seguir como discípulos y misioneros a Cristo Jesús el Redentor. Todas estas personas creyeron sin ver y perseveraron en el camino del Reino hasta el día de hoy.
Es la Iglesia que dice con aquél autor anónimo: “No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido; ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y encarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte. No tienes que me dar porque te quiera; pues, aunque cuanto espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera”. Es la Iglesia que cree en el Cristo Resucitado y que con Dios es invencible.