Finito

Por: Por: Josefa Marín Rubio Periodista -

La mirada vagaba desilusionada en el horizonte mientras transcurrían los minutos de viaje dentro del transporte. La clara visión del paisaje urbano que podía observar a través de la ventana del bus me permitía valorar el escenario que veían mis ojos: casas, techos, edificios, autos, calles, señales, uno que otro árbol y perros callejeros deambulando por aceras rotas y en ocasiones inexistentes. Con rapidez, el colectivo devoraba la cinta asfáltica, haciendo ocasionales paradas para recoger pasajeros. Con cierta curiosidad, en algunos momentos miraba a una que otra persona que subía… para voltear otra vez hacia las paredes de los locales que iba dejando atrás el autobús.

Pronto el panorama cambió y los espacios abiertos a orillas de carretera se hicieron más verdes y sin tantas construcciones. Adelante corría el grupo de automóviles, que ganaban ventaja en recorrido al transporte en el cual viajaba por la gris y larga vía de provincia. Seguía mirando a uno y otro lado, en ocasiones le daba un vistazo al teléfono y en otras solo fijaba la mirada al respaldo del asiento delantero. De forma rutinaria volteaba la cabeza y trataba de hallar algún espejo de agua, de esas quebradas y ríos que antaño me hacían desear que fuese enero para disfrutar de la deliciosa corriente.

Con nostalgia aparecía una sonrisa en mi rostro y se desvanecía en un suspiro. Al ver que los cauces de muchas de esas quebradas ya no existen, que sus lechos están llenos de hojas o, en el peor de los casos, de basura. Perdía el encanto de disfrutar un paisaje que casi únicamente va habitando en mi memoria, como parte de mis recuerdos. Muchos de estos terrenos antiguos con frondosos árboles y vegetación se han ido. Quedan los troncos cortados o la tierra seca, mostrándonos lo finito de la existencia.

Así comprobaba una vez más que el paso del tiempo es tan silencioso, pero que tiene un lenguaje muy especial para decirnos que todo cambia. Que el mundo que hoy vivimos, en un abrir y cerrar de ojos, se transforma hasta casi volverse irreconocible, convirtiéndose en un lugar extraño a nosotros… Nos queda solamente reinventarnos para ver lo nuevo que trae ese mundo que va de prisa. Tanto, que hasta uno de los últimos riachuelos que admirábamos en ese camino, alegre en medio de la brisa entre los árboles de mis recuerdos, lo secaron y ahora es un terreno en venta…

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