Fraternidad

Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Hace más de un siglo, un pueblo francés era usado por sus reyes. La comida faltaba y era cara, tenía que pagar altos impuestos para mantener el reinado. Muchos vestían ropa vieja y barata porque no había plata para más. En la corte nadie trabajaba. Los reyes y favoritos (ahora círculo cero y antes la rosca) comían los mejores manjares, vestían lujosas ropas, lucían joyas carísimas. Se divertían con festejos bebiendo finos licores y poca moral. Dice una leyenda urbana que cuando a la reina María Antonieta le dijeron que el pueblo no tenía pan, en forma burlona expresó: “que coman tortillas”. Los que se oponían a este reinado morían en las cárceles. Las principales ciudades estaban llenas de informantes del gobierno (sapos, G-2). Esta situación estalló. El pueblo más humilde derrotó a los militares y se tomó los palacios. El grito de la revolución francesa fue: “Libertad, igualdad y fraternidad”. El rey y la reina, así como a decenas de favoritos les cortaron la cabeza en la guillotina. Ese pueblo despreciado por ellos disfrutó del espectáculo que estremeció a otras monarquías de Europa. Por años los políticos señalan que para que funcione una democracia deben cumplirse estos tres principios. Creemos interesante analizar la realidad panameña del momento. Comencemos por la igualdad. Eso de que todos son iguales ante la ley es un “cuento chino”, como dirían en la bajada de Salsipuedes. Los que han sido favoritos del anterior o cualquier gobierno, por cárcel, reciben sus costosas mansiones (palacios). Quien robe una cartera o celular se las verá amarga en La Joya. Panamá es el país que tiene la peor distribución de sus riquezas. Muy pocos son dueños de la mayoría de las riquezas del país. Los de abajo tienen que hacer huelgas por mejores salarios. Mientras el agua, la luz y la comida llegan con facilidad a los poderosos, kilómetros más allá el pueblo cierra calles para poder bañarse y hacer sus necesidades. Muchos de los delitos los sufren los de abajo. Mientras, la libertad existe, siempre y cuando no moleste a los dueños del poder. De la fraternidad ni se hable. En estos 25 años de democracia han sido comunes las peleas dentro y fuera de los gobiernos. El último ejemplo lo tenemos en la Asamblea. Fuera de los políticos, el pueblo tampoco tiene fraternidad. Miles de vecinos pelean, antiguos amigos se matan entre ellos, en un año se registran cerca de 5 mil violaciones mayormente a menores de edad, etc. ¿Hará falta la guillotina?


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