Héroes hermosos
«Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino
«Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo».
Con esta anécdota comienza José Martí, héroe de la independencia cubana, su artículo titulado «Tres héroes», que publicó en 1889 en la revista “La edad de oro”. Los únicos cuatro números de esta revista dedicada a la niñez que llegaron a publicarse los redactó Martí, pues reconocía la tremenda importancia de crear conciencia patriótica entre los niños de América. A eso se debe el tono paternal del juicio que emite Martí en cuanto al peregrino del cuento. «El viajero hizo bien —comenta— , porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria».
Estas elocuentes palabras del eminente patriota hispanoamericano traen a la memoria un conocido pasaje del profeta Isaías en tiempos del cautiverio de su pueblo Israel. Allí Isaías, mostrando el mismo celo patriótico que movía a Martí, exclama:
¡Despierta, Sión, despierta!
¡Revístete de poder!...
¡Sacúdete el polvo, Jerusalén!
¡Levántate, vuelve al trono!
¡Libérate de las cadenas de tu cuello,
cautiva hija de Sión!...
¡Qué hermosos son, sobre los montes,
los pies del que trae buenas nuevas;
del que proclama la paz,
del que anuncia buenas noticias,
del que proclama la salvación,
del que dice a Sión: “Tu Dios reina”!
Todos somos viajeros en este mundo. Y como el viajero del cuento, hacemos bien cuando les rendimos homenaje a nuestros héroes. Pero conste que el único héroe de la historia universal que vive y reina para siempre es Jesucristo, el Príncipe de paz. Más vale que marchemos a su paso bajo la bandera de su paz perpetua. Él es el héroe de toda la raza humana que se inmoló y murió no porque fuera nuestra la América nada más, sino porque fuera nuestra su patria celestial.