Honores

Por: Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Las manos me sudaban, pero agarraba fuertemente el viejo revólver 38. Apuntaba a unos vehículos, tres pisos abajo, desde los cuales lanzaban bombas de dinamita contra el Instituto Nacional. El estallido estremecía las gruesas paredes del glorioso Nido de Águilas. Era de madrugada y varios jóvenes habíamos jurado defender con nuestras vidas al colegio, que se temía fuera invadido por la policía del gobierno de turno. Días antes, manifestaciones estudiantiles que pedían “más escuelas y menos cuarteles”, habían sido brutalmente reprimidas por la policía.

Un institutor de quince años murió de un balazo. El Instituto se convirtió en el centro de las protestas. Al conocerse el rumor que podían invadir al colegio, poco más de una decena de jóvenes, juró defenderlo. Estuve dos noches en esta actividad que terminó el 22 de mayo de 1958, hace 60 años. Misteriosos “francotiradores” dispararon centenares de balas desde la azotea del Seguro Social de calle 17 y otros lugares. Había salido pocas horas antes para descansar en mi casa. Y no pude volver por una oportuna huelga de buses. Ante el altar de la Patria, quiero rendirle honores a los que sufrieron y participaron de una u otra manera en este acontecimiento histórico, que pocos recuerdan hoy. Mi verdad de la historia vivida me permite señalar que los dirigentes estudiantiles tenían ideas izquierdistas. También, afirmar que había armas, que nunca supe cómo llegaron allí. Para que no piensen que exagero, voy a describir las que vi: carabina M1 de la Segunda Guerra Mundial. Un rifle de caza mayor con mira telescópica, tan pesado que yo no podía cargarlo. Pistolas militares calibre 45, con abundantes municiones, que metí en algunos proveedores. Estaba el viejo revólver que me dieron, y que temía que no funcionara. En un salón escondido se fabricaron bombas de gasolina.

Quiénes llevaron esas armas al Instituto, es uno de los misterios de este hecho. El otro, quiénes dispararon y llenaron de huecos el frente del colegio y despedazaron paredes en los servicios. Pero el misterio principal ha sido si hubo muertos en la balacera y el número de los heridos. Años atrás revise periódicos de la época en la biblioteca nacional. La mayoría estaban cortados para que no se conociera la verdad. El historiador Ricardo A. Ríos sostuvo que murieron unas treinta personas, en diferentes partes de la ciudad y el Instituto. Mi compañero Eliseo Echévez me dijo que ayudó a sacar a jóvenes heridos, pero no vio muertos. Ningún gobierno investigó la verdad. Pedí a un historiador universitario que investigara, y no lo hizo...



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