JMJ

Por: Por: Milcíades Ortiz Catedrático -

Las actividades de la Jornada Mundial de la Juventud comenzaron con cierta confusión. Eso de que había un aumento de pena para los que asaltaban a los peregrinos incomodó a varios panameños que se sintieron disminuidos. Como burla, algunos dijeron que había que ponerse una camiseta de peregrinos para no ser asaltados. La otra confusión se ha dado con el número de visitantes. Se alardeaba de que iba a ser medio millón, y realmente no ha sido así. Aparte de esto, hasta el momento la prejornada ha sido un éxito. Llevar a peregrinos a pueblos del interior les ha permitido conocer nuestra manera de ser y hospitalidad. Algunas preguntas han surgido: ¿Habrá desabastecimiento de artículos? ¿Se lograrán las calles seguras y limpias?, algo que no es normal en estos tiempos. ¿Los peregrinos vienen sin plata?, etc.

Para nosotros ha sido una verdadera lección de geografía. Se ha conocido jóvenes de países que uno no sabía que existían. Se destaca el entusiasmo de los jóvenes por estar en Panamá. Así como el esfuerzo económico que han hecho para conseguir los fondos del viaje. Surgieron algunos chistes: dicen que una señora le pedía a la hija un nieto rubio y de ojos azules… Varios jovencitos comentaban que les gustaría darles “likes” a una peregrina. No les extrañe que algún vivo tome como excusa la Jornada para irse de la casa por días. Y que varios niños se llamarán Francisco. Como había sugerido, decenas de peregrinos limpiaron varias playas, en señal de mejorar el medio ambiente. Esto no gustó a muchos panameños, que consideraron una vergüenza que vengan extranjeros a hacer lo que debemos realizar nosotros.

Hay que destacar la actitud tolerante de otros grupos religiosos con la Jornada. Esto contrasta con las protestas de los jubilados, que aunque sean justas, no logran el efecto esperado en estos momentos. Lástima que el festival de Jazz no ha tenido la relevancia de años anteriores. Los empleados públicos y varios dueños de hoteles están contentos. En lo personal me hubiera gustado ver a monseñor Rómulo Emiliani, a quien los niños del Darién y el país le deben mucho. ¿Y las tarimas? Ojalá no las desarmen apenas se vaya el papa. Podrían usarse en los Carnavales, y hasta hacerse bailes y actos culturales para el pueblo durante el verano, etc.

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