La importancia de aparentar en Panamá

Por: Julio César Caicedo Mendieta Colaborador -

Los pelaos de ahora no se educan como debe ser por estar buscando en universidades chimbas, academias e institutos el conocimiento de trampas, mañas y triquiñuelas. Como están las vainas aquí en el istmo de Buneau Varilla (a quien le debemos disculpas), ustedes serán mis mejores testigos porque las corruptelas más notables son gestadas por tipos y tipas bien educados en alguna universidad famosa con diplomas con los que alardean, pero si usted los mira fijamente a los ojos, en segundos se dará cuenta de que está frente a un profesional carente de valores que, si se arriesga hablar, allí sí que "se parió Matea" y todos los que vivimos en este paraíso pagaríamos una misa al monseñor Ulloa por la salud de una pedagogía fracasada hasta la médula.

En Panamá parecen no importarle a nadie las personas sin títulos para alardear. Es de conocimiento público la venta de diplomas aquí en nuestro patio y países vecinos. Nuestros periódicos han gastado pomos enteros de tinta con noticias sobre ministros, viceministros, abogados y doctores que han falsificado cartones de graduación de universidades con tal de posesionarse en algún puesto gubernamental.

Ahora bien, aquí existen personajes que considero doctos, eruditos por su inteligencia, genialidad y su dedicación al estudio y a la lectura, esos debiesen ser invitados (pagándoles) a las universidades panameñas de renombre para que enseñen a través de sus charlas. En este país, los graduandos de cualquier especialidad debiesen, por ejemplo, escuchar a Álvaro Menéndez Franco, al menos una vez en su vida, pero no lo hacen los que pueden invitarlo porque aducen, me imagino, que no tiene un posgrado, a pesar de ser un escritor de sobrado talento y trayectoria.

El empobrecimiento de los valores es notorio en oficinas, transportes, calles y hogares. Pero el pueblo tiene la culpa, y para saber si es cierto aquello que dice que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, dedíquense una tarde de estas en sus mecedoras a contar mentalmente la cantidad de delincuentes y aparentadores que el pueblo ha elegido para ocupar puestos, hay uno que exhibe en su despacho el único diploma que tiene, que lo acredita como asistente al congreso mundial de ayomberos y bailadores con retrueque; la vaina es aparentar.

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